Retomo mi columna de opinión no solo por la generosidad de la dirección editorial de este diario, sino por una autoexigencia de mantenerme haciendo opinión, cosa que no siempre resulta fácil, pero me es vital en tanto mujer y académica. Quiero comentarles que vuelvo con una mochila cargada de experiencias, a pesar del corto tiempo.
Debí hacer una pausa porque fui invitada a formar parte del equipo de Adrián Bonilla, quien fuera Secretario de Senescyt. Quiero reconocer que la experiencia de gestión pública, que no ha sido la primera en mi vida profesional, fue de las mejores que he tenido. Encontré un equipo directivo con una visión coherente, con conocimiento de la temática, experiencia académica y de gestión pública, con ética de servicio y, además, con una real perspectiva de equidad de género.
Evidentemente, a la cabeza del equipo estuvo un académico de primera línea, no solo por su sólida formación, evidenciada en sus numerosos títulos, sino por su sensibilidad. Un académico que conoce el sistema de educación superior del país y de gestión universitaria al haber dirigido Flacso y al haberla posicionado como una de las mejores universidades de posgrado de Latinoamérica, experiencia que le llevó a dirigir Flacso a nivel regional.
Su centenar de publicaciones no son suficientes para dimensionar la trayectoria de Adrián Bonilla, puesto que, al haber sido docente nacional, internacional, ponente, conferencista, evaluador, coordinador de congresos, y un largo etcétera que supone la vida académica, resulta con un perfil que pocos profesionales en el país pueden mostrar.
Más allá de sus credenciales, debo decir que llegué a un despacho que estaba activado tempranísimo en la mañana y que se mantenía hasta altas horas de la noche, con una exigente agenda interna de seguimiento de todos los equipos a cargo de los proyectos y políticas, con un despliegue territorial que, sumado a la agenda de medios y de atención personal a la ciudadanía, hacía de esta oficina una verdadera mesa de gabinete de diseño e implementación de políticas públicas de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, en constante diálogo con los actores implicados en cada una de las estrategias.
No será fácil para Senescyt mantener ese ritmo, esa rigurosidad y esa entrega. Sin embargo, ni el país ni las y los jóvenes ecuatorianos merecen menos que eso. (O)