2 de los 5 poderes del Estado se encuentran en una crisis política y de ellos, hay uno que atraviesa una crisis existencial, literalmente, pues el país se plantea la pertinencia de su existir. En ambos hay pugna por la presidencia y aquí les cuento cómo uno puede hacerse con el poder de lo que yo estimo sería el 80% del poder total del país, solamente con controlar políticamente esas dos funciones.
Se ha mencionado en varias ocasiones que el poco conocido y nada entendido Consejo de Participación Ciudadana y Control Social debería ser eliminado, creo que muchos coincidimos en que así debería ser; sin embargo, el camino para borrarlo del mapa no es tan sencillo. El CPCCS tiene su origen en la Constitución y eliminarlo de ahí comprende una reforma estructural del Estado, por lo que la decisión la debe tomar el pueblo vía consulta popular.
Por otro lado tenemos al Consejo de la Judicatura, órgano que es gobernado por el pleno, en donde participan 5 vocales y de ellos, uno es el que preside. Tras la renuncia a su cargo de presidenta del CJ, la doctora María del Carmen Maldonado dejó un sucesor que no puede permanecer en el cargo.
El CPCCS controla la designación de varias dignidades que actualmente no tienen funcionarios definitivos, como el contralor. El CPCCS designa Contralor General del Estado, Procurador General del Estado, Vocales del Consejo de la Judicatura, Fiscal General del Estado, Superintendentes, CNE y TSE, además del Defensor del Pueblo. El CPCCS controla quienes serán las personas que ejercerán el el control y sanción de todas las instituciones públicas y algunas privadas.
Dicho en otras palabras, si se controla políticamente el CPCCS, se puede llegar a designar en los cargos mencionados, a los amigotes esos que son buenos para desvanecer glosas en la Contraloría, por ejemplo, o a los que ponen y quitan jueces siendo vocales del Consejo de la Judicatura. En un efecto cascada, controlar el CPCCS es controlar la impunidad. ¿What? Si el contralor desvanece glosas, ¿quién lo juzga? Los jueces de la Corte Nacional; pero si esos jueces pueden ser removidos por el Consejo de la Judicatura, que su vez pueden ser removidos por el CPCCS, se cierra el círculo perfecto para labrar sentencias a la carta.
La vergonzosa pelea por el cargo de presidente del CPCCS en donde se hizo presente la ortiga para purificar a la sala de sesiones de las malas energías, no es por nada, ese puesto representa mucho poder y es de interés de quienes han aprendido a manejarlo.
Por su parte, el CJ que también tiene una pugna por la presidencia, aquí hay como sonreír porque las leguleyas están a la orden del día: los 5 vocales que conforman el pleno son escogidos por el CPCCS pero siempre el escogido de entre las propuestas de la Corte Nacional, será quien presida, según el 179 de la Constitución. Entonces, habiendo renunciado Maldonado, dejó el cargo constitucionalmente a su sucesor el Dr. Álvaro Román, que, por error del CPCCS, lo designó como su suplente, obviando que Román era delegado de la Fiscalía, y no de la Corte Nacional. Con esto, Román no podría presidir constitucionalmente, pero de alguna forma hay que corregir el error.
Y si la vida te da limones, hay que hacer limonada. Como Román no era el delegado de la Corte Nacional y consecuentemente no puede ser el presidente del CJ, el resto de vocales decidieron que tendrían que votar para nombrar de entre ellos, a un presidente transitorio que tampoco es delegado de la Corte Nacional, mientras le piden al CPCCS que elija al delegado correcto, y de su votación, eligieron a Fausto Murillo.
Murillo, por su lado, tampoco es delegado de la Corte Nacional, sino de la Asamblea, por lo que, constitucionalmente, tampoco podría ser el presidente del Consejo de la Judicatura, pero los vocales decidieron que Murillo sí puede ejercer el cargo de manera temporal pese a que cuenta con la misma inhabilidad que Román. En mi opinión, de la constitución y la Ley emanan disposiciones claras indicando que sea el suplente de Maldonado quien ocupe el cargo, mientras se designa al presidente correcto, pero en este país los que respetamos la Constitución no sabemos nada.
Entre presidentes y transitorios, el país sangra anarquía, sin cargos definitivos, con dos presidentes que se pelean por sentarse en una silla para hacerse con el poder, mas no para servir.