Entre lo justo y lo legal. Este aforismo hace referencia a la diferencia que puede existir entre lo que es moralmente correcto (lo justo) y lo que está permitido o establecido por la ley (lo legal); en otras palabras, en veces algo puede ser legal, pero no necesariamente justo o ético.
Y es que eso es exactamente lo que sucede en Ecuador en materia de elecciones. Los contribuyentes pagamos a los partidos y movimientos políticos para que participen en los procesos electorales, para que se burlen de la democracia, es decir ellos fanfarronean con nuestros dineros porque así está escrita la ley, el mal llamado “Código de la Democracia”, de ahí que siendo legal no es justo que nosotros los ecuatorianos costeemos ese gran sainete y baratillo de la sinceridad.
La palabra en los labios de un político en campaña es más falsa que billete de cuero, sonríe la abuela de la casa, puesto que el político frente al proceso electoral arma toda su artillería en ese afán de convencer, entre la que se cuenta el baratillo de ofertas, pues ofrecen el oro y el moro y ya en el poder se olvidan de la palabra. Esa es una constante y porque no decirlo la regla. Y claro con el dinero del pueblo ecuatoriano, porque el legislador de la época, que es un político por esencia así lo determinó y con ello se abrió el apetito de participar en elecciones a Raymundo y todo el mundo, en nombre del derecho de participación.
Por plata baila el perro y por oro y plata, perra y perro. Y claro al parecer eso es lo que sucede en muchos movimientos llamados políticos en los que su dueño alquila a quien se cree tiene la opción para llegar a Carondelet, a la Asamblea y a las dignidades seccionales, sin que importe la calidad humana y formación del que golpea las puertas de esa tienda política, incluso sin tener afinidad con las línea del movimiento o partido, lo cierto es que la política en Ecuador se ha convertido en un gran negocio, y no importa quedar al último en el proceso electoral, porque la gran ausente es la ideología.
Lo justo es que el Estado no debe auspiciar ese negocio, sino que cada uno baile con su pañuelo, que demuestre que la política es altruismo, por lo tanto, debe desaparecer el fondo de promoción electoral, de tal suerte que para este proceso que se nos viene a cada movimiento o partido político sin opción real se le entregaría la bicoca de 700 mil dólares; dinero que más bien debería ser canalizado para atender necesidades apremiantes como son la salud y la educación. Debemos sincerarnos para construir el Ecuador del futuro.