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El Telégrafo
Simón Zavala Guzmán

Enrique Gallegos Arends

30 de diciembre de 2020 - 00:00

Si alguien debía haber sido Presidente de nuestro país, era Enrique Gallegos Arends. Siempre fue un espíritu y un ser humano libre. Libre de ataduras físicas y mentales; de dogmatismos, de sectarismos y de bajezas políticas ignominiosas. Como diría Nietzche, “Humano, demasiado humano”. Hace muchos años, cuando luchábamos contra la dictadura militar de 1963-1966, en una de esas tertulias de amigos unidos por el deseo de cambiar este país, tocamos el tema sobre la novela de Malroux “La Condición Humana”, que es el retrato fidedigno de la revolución y de la toma del poder por parte de Mao Tse Tung, y Enrique dijo, refiriéndose a la falsa revolución cultural de ese proceso,  “que terrible, que es convertirse en asesino de lo que uno construye con la sangre de su propia vida”. Asentí y dije: “Si así es”. Ese pensamiento que era una verdadera sentencia de lo que el mundo vivió en el siglo XX, demostraba la verdadera estatura intelectual y moral de Enrique. No lo decía un común mortal sino uno de los más inteligentes dirigentes políticos de nuestro país, aunque no haya llegado a ser Presidente.

Enrique era un ser destinado a grandes gestas políticas. Su conocimiento, su experiencia, su gran oratoria, su pasión, su entrega a las causas que consideraba valederas, hicieron de él, un extraordinario luchador. Nunca se arredró ante los adversarios ni ante la adversidad política. Soñaba en un mundo en el que impere la justicia, en el que la solidaridad sea el motor del afecto social, en el que existan oportunidades para todos, en el que la cultura, la educación y una economía solvente, modelen una conducta superior del ser humano para elevarlo socialmente. Perseguido por sus acertadas críticas al gobierno correista, acosado por su libro escrito en coautoría con la Eco. Nelly Araujo “Corrupción de Alto Vuelo” sobre el gran atraco del nuevo aeropuerto de Quito; amenazado él y su familia por sus editoriales en Radio Añoranza-La Rumbera, nunca rehuyó la lucha ni le tuvo miedo a la cobardía disfrazada de “revolucionaria”. Si hubiera sido Presidente este país sería totalmente distinto.

Se van a cumplir dos años de su muerte. Estas palabras son  un sentido homenaje al noble amigo, al compañero de luchas, al  gran líder ecuatoriano, que debe estar, en algún sitio estelar, mirando con desprecio a todos esos enanos mentales que lo persiguieron por decir la verdad. (O)

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