El pasado 13 de septiembre se cumplieron exactamente 18 meses desde que la pandemia llamó a la puerta de nuestro país. Tiempo que el terror a enfermarnos y morir, literalmente nos paralizó a escala mundial.
18 meses en donde nos contaron una y otra vez, todo lo malo que podía pasarnos si nos descuidábamos. Nos obligaron a encerrarnos, pero no solos; nos obligaron a encerrarnos con miedo.
18 meses después, llegó un llamado a reactivarnos y que lo hagamos pronto porque el país necesita de nosotros para surgir económicamente. No es algo que cuestiono, es una realidad necesaria y urgente, pero ¿cómo es que después de 18 meses de vivir con el miedo de morir, pretenden que salgamos sin él? Lo que intento decir es que entiendo el miedo que podemos sentir todos, yo también lo siento, pero vivir con miedo no es vivir realmente.
Desde luego que para muchos ha sido más fácil que para otros. Hubo gente que desde antes de que hubiese una decisión formal de abrir el comercio, se reinventó y surgió, un aplauso para esos valientes. No podemos negar que a la luz de muchos ojos las ciudades ya se han abierto por completo, pero hay muchas otras personas que aún siguen viendo la vida a través de la ventana, aún hay espacios en donde el miedo sigue siendo el ingrediente constante y debemos ser empáticos con ellos.
18 meses después las empresas decidieron retomar el trabajo presencial, no podemos esperar un cambio radical de la noche a la mañana. El miedo se siente aún en las calles, por citar un ejemplo, pese al permiso de reapertura de bares y discotecas, uno de los sectores de bares más conocidos en la ciudad de Quito, la Plaza Foch, se encontró con las puertas abiertas únicamente para los fantasmas de los que un día dominaron en la realidad conocida como pre - pandemia. La música sonaba únicamente para las palomas y uno que otro visitante furtivo. No es sencillo aceptar que las aglomeraciones estén permitidas, porque el miedo puede más en la gente sensata, y tenemos la suerte de que en Ecuador los sensatos son mayoría.
Otro caso es el de regreso a clases, niños que durante todo este tiempo pasaron de 4 a 6 horas y aveces más, conectados a computadoras escuchando a sus profesores a través de una pantalla. Qué difícil realidad, pero que tuvo que aceptarse durante año y medio porque el miedo podía más.
Estamos cerca de alcanzar el 70% de vacunados, pero la socialización del gobierno para levantar la moral de su pueblo no puede ser solamente “salgamos a reactivarnos”, el mensaje debe estar acompañado de un aliciente que nos diga que sí, que aunque debemos continuar con los cuidados, es necesario sacudirse un poco el miedo. Datos certeros que sirvan para entender que el riesgo ha disminuido gracias al temple de la ciudadanía y también por la campaña de vacunación.
Somos personas, formamos parte de una comunidad que se identifica como una gran familia ecuatoriana, creo que la campaña de reactivación debe empezar con una campaña de comunicación donde el discurso empiece con una felicitación por aguantar tanto, seguida de un agradecimiento por el apoyo a todos esos que mantuvieron la economía activa durante los tiempos más fuertes: médicos, personal de salud, agricultores, ganaderos, distribuidores de alimentos, despachadores de gasolina, policías, militares, todos quienes hicieron frente al miedo, muchos de ellos obligados porque se invocaba a su deber patriótico. Yo el primero: gracias infinitas para todos ustedes.
Se debe hacer la gestión de liderazgo, que es mucho más que dar la orden de reactivación. Dirigirse de manera específica a cada sector, hablarles desde el sentimiento con palabras que dejen entender que el Estado está pidiendo cosas coherentes. Dejar notar que el gobierno no es ajeno al sentimiento popular, y que en vez de dar una orden desde la silla de jefe, se deje sentir que esos líderes están empujando el barco pese al miedo.
El miedo es un enemigo con el que se batalla desde adentro. No podemos seguir paralizados y ahora sí lo digo de manera figurativa. Si el miedo sigue siendo una constante, no habrá cómo reinventarse, no habrá inversión que sirva y no habrá plan de reactivación que nos salve.