El ex presidente Manuel Zelaya regresó a Honduras, después de casi dos años del golpe de Estado acontecido en la madrugada del domingo 28 de junio de 2009.
Zelaya, un conocido ganadero y maderero, miembro del partido liberal, fue depuesto por un duro golpe de Estado militar. Esa misma madrugada, su casa fue allanada y él fue expulsado, en pijama, a una base militar en Costa Rica. De pronto, su figura internacional de hacendado próspero con botas y sombrero, se la contrastó con sus imágenes en pijama. Un politicastro, Roberto Micheletti, quien ejercía como presidente del Congreso Nacional, le suplantó en la presidencia.
El ingreso a la ALBA fue el “terrible error” que cometió el ex presidente Zelaya, así como la convocatoria a una consulta popular no vinculante -el pueblo la conocía como la “cuarta urna”- que pudo abrir las puertas a un proceso constituyente. La constituyente es ahora una exigencia de varios sectores de la sociedad hondureña.
El 30 de junio de 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó, por consenso, la condena al golpe de Estado y demandó la restitución incondicional del presidente elegido. Esto último constituyó un hecho sin precedentes en Naciones Unidas. El 5 de julio, los miembros de la Asamblea General Extraordinaria de la OEA, reunidos en Washington D.C., también pidieron la restitución del presidente constitucional legítimo y se suspendió el derecho de participación al gobierno de facto de Micheletti. En forma textual, en el primer punto se resolvió: “Suspender al Estado de Honduras del ejercicio de su derecho de participación en la Organización de los Estados Americanos, de conformidad con el artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana”.
Más tarde, el presidente Zelaya buscó acercamientos con los Estados Unidos. Fue una posición variable.
El domingo 29 de noviembre se efectuaron las elecciones. Con un elevado abstencionismo, ganó Porfirio Lobo, de filiación política conservadora. Como un hueso duro de roer, el dictador Micheletti se mantuvo en la presidencia hasta enero de 2010. Una muestra de la fragilidad de la democracia en la región.
El golpe de Estado fue un duro revés para toda América Latina, y en especial para los países de la ALBA. La proactividad del presidente Rafael Correa en los primeros momentos de la crisis hondureña fue relevante y permitió que nuestros países tuvieran un papel destacado en la resolución del conflicto: las condenas internacionales en la ONU y la OEA, y los posicionamientos de la Unasur. Ecuador ha demostrado consistencia con sus principios constitucionales.