En estos tiempos de pandemia el mundo está convulsionado y nuestro país no está al margen de ello, de ahí que el estado de excepción fue utilizado por el gobierno con el fin de hacer frente a ese fenómeno inédito, aunque las páginas de la historia algo nos cuentan sobre lo sucedido en el año de 1918, con la gripe española.
Y en ese norte en otro momento habíamos hecho referencia a una frase acuñada por un ciudadano de a pie, quien dijo “Le tengo más miedo al hambre que al virus”, pues este ciudadano como tantos de nuestra patria sintieron lo que es quedarse sin trabajo, sin poder salir a la calle a ganarse la vida. Y el Estado sensible, entendió que no podíamos seguir viviendo en el confinamiento.
La calentura no esta en las sábanas. El problema del contagio no se da porque la gente sale a trabajar, a vender, a comprar, sino por la aglomeración que se produce y la falta de cuidado debido por parte de nosotros al no utilizar la mascarilla por ejemplo y otras medidas sanitarias, como pudimos escuchar el otro día al Presidente de la AME, Ing. Raúl Delgado.
Hemos leído que en cinco cantones de la República se ha generado normativa secundaria (resoluciones) en la que se prohíbe la venta de bebidas alcohólicas a partir de cierta hora; disposición que si bien apunta a la prevención, no es menos cierto que carece de sustento legal, puesto que los GADs Municipales no tienen competencia, que dista de aquella de regular el consumo de bebidas alcohólicas en espacios públicos.
Esta prohibición está fomentando el comercio ilegal, se ha incrementado los costos de la corrupción administrativa, amén de los problemas sociales como es la violencia intrafamiliar producto del consumo clandestino.
Ya dijo la Corte Constitucional que la nueva normalidad debe afrontarse con las herramientas ordinarias del derecho, pues el estado de excepción cumplió su cometido. En estos tiempos pandémicos hay que velar por la salud y la reactivación económica que conlleva el derecho al trabajo.