Quito está en crisis, la burocracia engorrosa que fuera definida por Benjamín Carrión, como la “espesa bruma municipal”, se mantienen intacta y sin visos de solución.
Desde el día 1 de la actual administración, habíamos advertido que, eliminar la participación de los concejales en los directorios de las empresas municipales, coartaría la facultad de fiscalización de los ediles, pues solo desde adentro, se podía contar con los elementos de juicio necesarios para detectar problemas, proyectar ideas y finalmente soluciones, es decir, cumplir a cabalidad con la ley y honrar, al mismo tiempo, las funciones del cuerpo edilicio, esto es, fiscalizar y legislar.
La simplificación de trámites, los canales idóneos y confidenciales de denuncia, además de la implementación de mecanismos de transparencia en la gestión, se han dejado de lado.
En Quito, la población invade y construye sin control y, la autoridad populista regulariza, luego no sabe cómo lidiar con los consabidos problemas de servicios básicos, está comprobado que el proyecto de trazado integral es lo primero que se debe hacer y no lo contrario.
Hemos insistido persistentemente en que el desorden y la opacidad es el caldo de cultivo perfecto para la corrupción y el abuso. Los estudios existen, los diagnósticos y planificación también, entonces ¿qué es lo que falla? y la respuesta no se hace esperar, falla el seguimiento, aquel factor indispensable que tiene su punto de partida en la voluntad política. Pero en Quito, la autoridad se ocupa de todo, menos de lo importante.
La ciudad convertida en un caótico mercado y algunos ridículos preocupados por imponer nuevas maneras de cantar el himno a Quito; el Metro lleno de inconsistencias, advertidas a tiempo, por la veeduría ciudadana y, el burgomaestre infringiendo la ley y condenado a pedir disculpas públicas y pagar multas para lo cual, sin ningún rubor, pide ayuda a diestra y siniestra; inseguridad y cráteres por doquier, y el alcalde y sus acólitos preocupados por las prebendas y canonjías, afortunadamente entre los concejales también hay gente coherente que no cae en el juego del ventajismo.
¿Dónde quedó el Quito patrimonial rico en tradición y cultura, destino turístico del mundo y orgullo de sus habitantes? ¿Dónde está ese Quito que conjugaba, sin taras ni prejuicios, sus orígenes ancestrales con su innegable hispanidad? Hoy, de plumazo en plumazo, la han convertido en una ciudad incolora, descastada, insípida y sin personalidad.