Es el 8 de diciembre y debería estar escribiendo acerca de Lennon. Y, sin embargo, esta urgencia deberá esperar un año más. Porque he leído que Eduardo Varas (uno de los “secretos mejor guardados” de la literatura latinoamericana) escribe que ha dejado de creer en la capacidad redentora del debate. Y me entristece pensar que estoy totalmente de acuerdo. Y eso significa que no estamos avanzando hacia ningún lado. Parecería que solo entendemos el diálogo como dos monólogos. Cada uno vive y muere con su verdad, no existe margen de flexibilidad. Estamos condenados a nuestra obstinación.
Y todo comienza con la pluralidad. Empezando por casa. ¿Qué tan plurales somos aquí en El Telégrafo? ¿Hemos dado efectivamente un salto cualitativo de “periódico de Gobierno” a “periódico de Estado”? No nos engañemos. Todo los periódicos, todos los medios, son ideológicamente uniformes. Los que buscan defender a ultranza la libertad de expresión, son los que más la limitan en su línea editorial. ¿Por qué nosotros habríamos de actuar distinto? Porque el cambio debe empezar por aquí. No podemos contentarnos con ser la otra opinión. Si queremos, si buscamos cambio, debemos, antes, ser ejemplo.
Por otra parte, como opinión pública, debemos entender que nuestras opiniones deben ir más allá de la visceralidad. Debemos dejar de ser servidores de la terquedad y comenzar a ser amos de la razón. Lo que quiere decir que cualquier opinión debe estar abierta el debate, y para que esto suceda, la opinión debe abrirse al debate. No es cuestión de ganar la batalla de que lo que creemos es una verdad ineludible. El que en esa calidad gana, no termina de vencer en nada. Y eso lo debemos asimilar todos. Desde el Presidente hasta el redactor de farándula. No debemos acusar, no debemos agredir (no solo se agrede con insultos), no debemos creernos dueños de la verdad. Descalificar por completo la gestión de un gobierno, así como descalificar por completo el accionar de una oposición, es, en debate y lógica, caminar con el cangrejo.
Es un ejercicio complicado. Nadie quiere exponerse. Nadie quiere mostrarse flexible, permisivo. ¿Estamos dispuestos a crear los espacios? ¿Estamos dispuestos a escuchar, a dialogar? ¿Estamos dispuestos a ceder? ¿Estamos dispuestos a entender la opinión como una visión limitada de la realidad? Que este sea un espacio para eso. Que esta sea una invitación. Debemos empezar por algún lugar.
En palabras del sabio Lennon: “Listen to the pretty sound of music as she flies”.