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El Telégrafo

Empantanamiento ideológico y política

24 de septiembre de 2012

Ni arranca la campaña electoral y sorprende la cantidad de incoherencias que se escucha. La tan desacreditada política ahora resulta que es tan apetitosa y atractiva.

Se podrá decir lo que se quiera de los últimos años de cambios en el Ecuador, pero es innegable que ha habido un retorno de la política al campo de lo público; porque la política estuvo fluctuando entre lo privado y lo público por varias décadas. Y esta fluctuación trajo que algunos sectores de la izquierda o de la derecha reclamen para sí el sentido del quehacer político.

Recordemos que durante mucho tiempo se difundió mediáticamente que la política solo podía ser hecha desde el Estado, pero como el Estado era raquítico, entonces el campo de la política quedaba reducido a las instituciones estatales.

Por otro lado, pensar la política era exclusividad de la academia, pero se atentó contra la academia pública y ese pensar fue a parar por décadas en algunas ONG  que intentaron comprender lo que pasaba en el Ecuador. Estas contradicciones quedaban perfectas en el marco ideológico de que el Ecuador era una “isla de paz” y en consecuencia había que pacificar a todos los sectores que ponían en riesgo ese constructo de la democracia representativa.  En medio de estas representaciones la propia noción de ideología sirvió para descalificar o como respuesta para lo que no se quería pensar o enfrentar.

Es claro que la relación entre ideología y política es intrínseca, por eso todo acto político es ideológico; por eso todo ser humano es ideológico, aunque aún no lo sepa.

Precisamente esta relación íntima entre ideología y política hace que opinadores de la derecha coincidan con los de ciertas izquierdas cuando afirman que el pueblo esta “dormido”, “engañado”, etc., es decir, que prima la vieja idea de ciertas vanguardias clarificadas e iluminadas.

También es claro que la propia dinámica del poder y el control de Estado lleva a conductas parecidas, sin embargo, la diferencia “debería” estar en que las organizaciones sociales disputen al poder instituido, pero la cosa se complica cuando muchas de esas organizaciones, o el llamado pueblo, deciden apoyar un proyecto estatal.

La respuesta corta, pobre y de poco esfuerzo es decir que hay populismo: un juego perverso y desviado entre Estado-Gobierno y pueblo. Donde el pueblo está manipulado y desde las oposiciones, creer que en ellos radica la claridad salvadora de rescatar a ese pueblo “engañado”.

De ahí que es repetitivo oír palabras como minga, democracia, desarrollo alternativo y sustentable, democracia radical, etc., donde ni los que las enuncian pueden dar argumentos de lo que significan. Entonces asumen la tarea mesiánica de salvar al pueblo cegado por los tentáculos del poder. Basta preguntar cuál es la diferencia entre Estado y Gobierno para comprender que para ellos no hay diferencia.
Que lo que rechazan es precisamente su mayor anhelo. Ahora resulta que el MPD ha sido el paladín de la justicia en este país.

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