Bill Clinton era, posiblemente, el hombre más poderoso del mundo cuando recibió al presidente electo de Ecuador en 1998. Fue una reunión “casual” para no resentir a los jefes de estado en lista de espera; sin embargo las puertas de la Casa Blanca se abrieron para Jamil Mahuad gracias a la gestión de quien iba a ser su embajadora en Washington: Ivonne Baki.
Al final Mahuad se entrevistó con Clinton en tres oportunidades en un lapso de 18 meses y Baki fue responsable directa de dos de esos encuentros. Desde entonces, cada que un presidente ecuatoriano visitó a su homólogo estadounidense, doña Ivonne estuvo al frente de la embajada.
Gustavo Noboa la ratificó luego del golpe del 21 de enero. Más adelante el coronel Lucio Gutiérrez la volvió a fichar y al poco tiempo terminó charlando con George W. Bush en el Salón Oval. Era como si la embajadora Baki tuviera una llave maestra, tanto así que Rafael Correa confió en ella para la iniciativa Yasuní.
La embajadora no es una diplomática de carrera, pero habla fluidamente cinco idiomas, estudió en la Sorbona y en Harvard, y tiene casi tres décadas tuteando a los líderes de varios países incluido el presidente Trump. Quizás por eso a la semana siguiente de presentar sus cartas credenciales en febrero pasado, Lenin Moreno ya aterrizaba en la capital de EE.UU.
Claro que la buena relación entre los países ya se había reactivado tras la era correísta: el vicepresidente Pence estuvo en Quito en junio de 2018 y el secretario de estado Michael Pompeo pasó por Guayaquil en julio de 2019. Cuando uno se pregunta cómo o por qué las cartas han jugado a nuestro favor con el FMI, el BID y el Banco Mundial en los últimos dos años, buena parte de la respuesta está en el guiño de ojo que le hace esta Casa Blanca al Ecuador.
Tampoco es menos cierto que no todo es una colección de medallas. El Miss Universo que llevó a Quito durante la presidencia de Gutiérrez y que formaba parte del abanico de negocios de Donald Trump, recibió críticas por la ecuación costo-beneficio. Lo mismo se señala sobre la interrumpida iniciativa Yasuní. En ambos casos la Contraloría apuntó la lupa y no quedó muy contenta con lo que encontró. De la mano de la embajadora también llegó el emir de Catar a Ecuador, aunque las inversiones prometidas no terminaron de cuajar.
La diplomacia más ortodoxa no sonríe cuando se lleva los aplausos alguien que estudió arte y administración pública y que no pasó por la academia diplomática. Hay críticas porque las relaciones sociales a nivel alto no son de ninguna manera parte de una política exterior o comercial sostenida y clara. Alguien diría que ella se alinea fácilmente con el régimen de turno porque le gusta tener un rol protagónico; ella diría en cambio que cuando se trata de servir al país no se pone ninguna camiseta política.
Más allá de cualquier resistencia, la lista de tareas por cumplir ya deber estar casi completa. Lo único grande que queda pendiente, faltando siete meses de gestión, es algún tipo de acuerdo comercial con Estados Unidos. Si eso se consolida o encamina doña Ivonne podrá jubilarse tranquila, pero estoy seguro que más de un candidato la tiene ya en su radar, sobre todo dada su versatilidad para adaptarse a varios gobiernos aquí y allá.