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El Telégrafo

El vencedor que perdona vence dos veces

21 de febrero de 2012

La grandeza y elevación de ánimo del presidente Rafael Correa ha quedado demostrada de manera categórica. Cuando El Universo publicó el mamotreto acusándolo de ordenar disparar a matar a inocentes civiles que estaban en un hospital el 30-S, supo inmediatamente que habían metido la pata en el cepo.

Y no perdió la firmeza ni vaciló un instante en demandar penalmente,  como persona natural, a los tres directores del periódico, y quien denigró al cargo de editor jefe.

Desde ese momento hasta ahora, esa gorda platuda y esquizofrénica que se llama Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) no se repara del susto que le causó  recibir tan consistente jalón en su oreja derecha,  que es la única por la cual oye. Últimamente se ha limitado a prestar su casa en Miami, para que dos de los tres hermanos Pérez hagan declaraciones la semana pasada.

El compañero Presidente jamás buscó que el poder que emana del voto popular y tiene su fundamento en la Constitución se enfrente contra la robustez  económica que produce una muy grande y moderna imprenta; porque eso al  pueblo no le interesa lo más mínimo. Las masas demostraron  ser indiferentes a la situación que van a vivir los hermanos Pérez, por culpa de alguien muy bien rentado que tenían como editor jefe.

Demostrando que jamás aspiró a enriquecerse a costa de El Universo, el compañero Presidente planteó, cuando era factible, que si el diario pedía disculpas, él  retiraba los cargos.

Pero el perverso afán de quienes lucran con la desgracia de los hermanos Pérez les aconsejó que no lo hagan.

Y ahí sí que los empujaron a que se conviertan en prófugos de la justicia y deban abandonar el país, a sus familias, y su trabajo.

Al ganar el juicio a El Universo, el presidente Rafael Correa ha puesto en vigor y observancia un precedente de aplicación en el Ecuador que, por lo trascendente de la materia, alcanza niveles internacionales, ya que acabó con la impunidad de los dueños de negocios dedicados a la información.

Ha quedado muy claro, para todos los de ese gremio, que la cacareada libertad de prensa que dicen defender conlleva, necesariamente, responsabilidad ulterior.

Montesquieu se ha levantado de su tumba para aplaudir a Rafael Vicente Correa Delgado, por haber contribuido a que se mantenga la división tripartita de los poderes del Estado que él hizo en 1784, en su obra “El Espíritu de las Leyes”.

No hay cuarto poder del Estado; peor aún que lo constituyan los  pobres adinerados dueños de negocios dedicados a la información colectiva.

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