La producción agrícola es la resultante de las prácticas de manejo de los cultivos y de sus recursos naturales (entorno ecológico): suelo, clima (lluvia, temperatura) y la energía radiante procedente del sol, la cual es utilizada en el proceso de síntesis de las células de las plantas verdes para combinar el dióxido de carbono (CO2) y el agua (H2O) para producir oxígeno (O2) y carbohidratos, productos vitales para los seres vivos, particularmente los humanos.
Los hidratos de carbono están considerados desde el punto de vista biológico como la forma natural de almacenamiento energético primaria y constituyen uno de los tres principales grupos químicos que componen la materia orgánica junto a las proteínas y las grasas. Los carbohidratos se pueden dividir en simples -como el azúcar y la miel- y compuestos -como las legumbres y cereales-.
Los cereales, como el trigo, el maíz, el arroz, han sido la base de la especie humana. El hombre tuvo que ingeniarse para lograr su cultivo constituyendo prácticas para asegurar su producción, las cuales constituyeron la base científica de su civilización.
Las especies vegetales tienen características genéticas que las definen. Entre estas está la producción cuyos promedios específicos fluctúan entre un máximo y un mínimo que los delimitan.
Esta producción correspondería al concepto de la producción sustentable, la cual es la que se obtiene con los recursos naturales con los que se cuenta.
Si se quiere que estos valores de producción aumenten necesitarán más energía, que es lo que se logra con los fertilizantes y prácticas tecnológicas artificiales ajenas a las condiciones naturales, entre las cuales están los transgénicos (organismo genéticamente modificado u OGM) vegetales creados artificialmente, mediante ingeniería genética a los que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las características deseadas, como son mayor producción, resistencia a ciertas plagas y enfermedades. Entre estas especies tenemos las de granos básicos que alimentan a la humanidad, como maíz, soya, algodón, sorgo, arroz y trigo. Estas técnicas tienen como inconveniente que su aplicación necesita la energía de combustibles fósiles, los cuales producen altos niveles de contaminación ambiental y requieren de tecnologías de altos valores financieros que favorecen a los países tecnificados en detrimento de la economía de los países del tercer mundo.
En el mercadito de Mapasingue, cada banano de rechazo que compramos cuesta actualmente 6,25 centavos. El banano de exportación, que sale de nuestros puertos como resultado del esfuerzo de nuestros campesinos y la utilización de nuestros recursos naturales (suelo, agua, energía, etc.), cada unidad costaría aproximadamente 3 centavos.
¿Tenemos alguna razón que nos explique a quién favorece esta diferencia y qué valor tienen nuestros recursos naturales y prácticas de cultivo no contaminantes en los productos de exportación? Probablemente las respuestas están en los argumentos de nuestros equipos negociadores de mercados. (O)