Aunque hay personas que opinan en función del bienestar del país, que sustentan sus críticas y las orientan de forma constructiva, hay quienes lo hacen en contra del proyecto político de Alianza PAIS de forma radical y sin ningún tipo de análisis de fondo, que permita evidenciar logros o sustentar equivocaciones. También las hay que opinan con radicalidad, pero en favor de este proyecto, sin hacer crítica alguna que busque apuntalarlo positiva y constructivamente para que sea sustentable en el tiempo.
En ninguno de los dos últimos casos se hace bien al país, mientras que con crítica constructiva, respetuosa e incisiva si se quiere, se construye una democracia sólida y se logran cambios, pero para ello es menester tener madurez al hacerla, pues la “sangre en el ojo” nunca ha sido buena táctica; así como madurez política para recibirla, analizarla y actuar en consecuencia, pues la soberbia tampoco es buena consejera.
Si a alguien no le gusta el proyecto de AP, si políticamente está del lado opuesto de la vereda, si tiene reparos con sus agendas o si solo le cae mal Correa, no puede salir a desestabilizar al Ecuador sin sacrificarlo. Eso de andar tumbando presidentes está “out” en América Latina, Unasur no lo patrocina y no nos digamos mentiras, los gobiernos de derecha, salvo el chileno, ya no están en este mapa, ni siquiera el de Colombia que es de centro y para la muestra Uribe, ese sí de derecha, sacándole un ojo a Santos vía Twitter; los demás son de izquierda más o menos moderada. Si ello es así, queda la opción de criticar constructivamente, sin generar reactividad en Correa, con la esperanza de que un análisis bien sustentado permita evaluar posibles ajustes o cambios de rumbo o que alguien presente un proyecto político distinto para las elecciones.
Si se está de acuerdo con AP la responsabilidad es aún mayor, porque la crítica constructiva y honesta permitirá al Gobierno adoptar medidas tendientes a rectificar y dar adecuada lectura a la opinión ciudadana. Las personas vinculadas a medios gubernamentales tienen que cuidarse del servilismo político, pues ni le hacen bien al país ni se ganan el respeto del Jefe de Estado por ello. No se debe censurar la crítica de quienes no están totalmente alineados con el Gobierno so pena de hacerles sentir que están en su contra, porque en la complacencia se diluyen los sueños de cambio y hay que pensar que entre lo que escribe una persona y lo que lee un presidente o un asambleísta no hay intermediarios, y eso sí se llama línea directa.