“El último rincón del mundo, pero con un gran potencial cultural, la tierra más bella de la existencia en el planeta” como diría Benjamín Carrión, está acá, a una hora de vuelo de la capital con un pasaje caro y poco accesible. Está acá, a 10 horas de bus por unas carreteras que dejan mucho a la imaginación. A la imaginación de si el conductor conduce o esquiva socavones a la salida de la tierra más bella de la existencia en el planeta.
La tierra más bella de la existencia en el planeta, está acá, en una ciudad que empieza a depender administrativamente de otras ciudades, de otras jurisdicciones para sacar un simple papel, no porque no tengamos capacidad para hacerlo, sino que así se decidió “arriba”. La tierra más bella de la existencia en el planeta está acá, a pocos días de inaugurar el Festival Internacional de Artes Vivas con un presupuesto de menos de $200.000 dólares.
Pero a pesar de ello, del centralismo, mal de cualquier Estado, vergüenza de cualquier democracia, y enemigo del desarrollo, la tierra más bella de la existencia en el planeta también sigue acá. Sigue acá con su gente que empieza a preparar sus tizas en casa para salir a la calle a expresarse, para darle un poco de arcoíris al gris que nos dice urbanos, a lado del bache que nos dice abandono.
Sigue acá con su gente, que, a pesar de los irrisorios presupuestos cuenta con gestores culturales haciendo magia con lo poco, buscando donde no hay, inventando con lo mínimo y creando para decirnos que este festival no debe morir. No debe morir porque el festival no solo es la inauguración solemne, donde seguro muchos irán. Incluso tal vez algunos de allá “arriba” para decir que están acá “abajo”. No, el festival no solo es la inauguración solemne, el festival es la guitarra que toca en la esquina “Alma lojana”, es el verso que corre a abrazar a la pupila extraviada de la locura, a desmembrar la depresión o a reclamar lo justo. Es el violín que calienta cuando tiritas de frío y que da camino al actor.
Sigue acá con su gente, a pesar de ver a los de “arriba” mirando por sobre el hombro, pero dando la vuelta a extender los brazos cuando es época electoral. Sigue acá a pesar de ello, para recordarnos que venimos de Matilde Hidalgo, de Alejandro Carrión, de Miguel Riofrío, y muchos más, pero que también venimos del barrendero que cuida nuestras calles para esta fiesta, de quienes están atrás del telón y que nunca reciben un aplauso, dignos anónimos que hacen que el arte baile y siga en pie. Sigue acá con su gente, y ella siempre hará el festival. Bienvenidos a Loja.