En los últimos tiempos predominan las emociones sobre otras formas de relacionarse y percibir el mundo, como la racionalidad o la contemplación. Las personas son cada vez más emocionales, toman decisiones, tratan con los demás a partir de estos estados instintivos y van alejándose de principios y valores compartidos. El pálpito individualista se impone, gana espacio, destruye el tejido social e instaura lo pasional y la violencia.
En otra época de la historia humana se reguló el desenfreno emocional mediante la religión. Todas las necesidades emocionales e instintivas fueron canalizadas por medio de la fe en que un día todo sería complemente perfecto si se seguían las reglas morales, escalera para alcanzar el paraíso.
Los nuevos tiempos buscaron suplantar la tradición por la Modernidad, para formar un nuevo ser con una racionalidad estandarizada, que controlara los instintos. Otra ala del proyecto tenía como su designio el despliegue del pensamiento crítico: solo unos pocos, dado la formación intelectual, se instalaron en esa forma de entender el mundo.
En apariencia la Modernidad no logró suplir las necesidades emocionales de las personas. El triunfo de lo sensacional, como forma predominante en la vida tendría que ver con la derrota de los fundamentos del proyecto cultural de occidente basado en la razón, debido a que en su forma extrema pretendía vaciar a las personas de su dimensión sensitiva. El arte, la estética y el amor fueron pensados acaso, como un camino donde la creación, la emoción y la razón se equilibraran, pero nada de eso evitó que el homo instintivo individualista se desbocara de la mano de una libertad imaginariamente sin límites, al servicio del placer y el mercado.
Las emociones ganan la partida porque los individuos - masa están cada vez más vacíos de utopías y valores sociales; carecen de religiosidad social o designio propiamente político; siguen las sombras de la felicidad basada en el confort material y el falso estatus para llenar la necesidad de identidad. Hecho trizas el referente del futuro y atrofiada la memoria, el homo angustiado es licuado todavía más por la vorágine de las redes sociales, diseñadas para manipular y desatar emociones. Mercado, consumo, individualismo, placer, torrente de imágenes y decadencia del lenguaje, van cortando los pies del humanismo. No hay sueños pensantes, hay sueños emotivos.