La noticia no mereció atención. Excepto en una nota oficial y otra de un periódico electrónico. Y, sin embargo, reviste enorme importancia para América Latina.
Se trata de lo siguiente: En la X Cumbre de Ministros de Defensa Nacional Hemisférica, realizada en Uruguay la semana pasada, uno de los acuerdos regionales concluyó cuestionando al TIAR por “obsoleto y antiquísimo”. Una tibia declaración.
El TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) se suscribió en septiembre de 1947. Lo inspiró la antigua “Doctrina Monroe” (1823) del “América para los americanos”. Fue complementado por la “Ley de Seguridad Mutua” (1951), el “Programa de Asistencia Militar” (1952) y otros instrumentos similares. Después de la experiencia de la II Guerra Mundial (1939-1945) parecía razonable la unión del continente para la defensa mutua frente a amenazas extracontinentales.
Pero como la “guerra fría” llegó de inmediato, el TIAR pasó a ser otro instrumento utilizado por los EE.UU. para garantizar sus intereses de gran potencia en Latinoamérica. Y a raíz de la Revolución Cubana (1959), el TIAR abiertamente quedó definido como un aparato del anticomunismo.
En virtud de los acuerdos, se incrementaron becas, estudios, capacitaciones, cursos, entrenamientos, asesorías y equipamientos de los EE.UU. para militares latinoamericanos. Fue también la época de las bases militares norteamericanas en América Latina.
Pero a la preparación “técnica” se unió la ideológica, de modo que en toda Latinoamérica los militares pasaron a ser instrumentos del más irracional anticomunismo, que condujo a regímenes represivos en diversos países de la región a partir de la década de 1960 (en Guatemala con genocidios impunes sobre la población indígena) y que, a partir de la dictadura de Pinochet (1973) en Chile, se generalizaron, particularmente en el Cono Sur latinoamericano, con gobiernos militares terroristas, dispuestos a exterminar todo signo de izquierdismo, sin miramiento de ningún derecho humano.
El TIAR es culpable de esos viejos conceptos anticomunistas y de sus resultados antihumanos en América Latina. Y nunca sirvió para responder a las necesidades de la seguridad soberana y nacional de los países de la región. El último episodio de su deslegitimación ocurrió en 1982, durante la “guerra de las Malvinas”: mientras los países latinoamericanos (exceptuando Colombia y Chile) apoyaron a Argentina, los EE.UU. defendieron su pacto con la OTAN, uniéndose a la Gran Bretaña.