El mundo es un paraíso terrenal con infiernos ardientes, eso es básicamente una realidad que nadie debe esconder. Esta semana voy a opinar con profunda preocupación sobre la situación afgana que atemoriza, entristece, enerva y nos pone los pelos de punta.
El conflicto armado de larga data en el país afgano deja ver a flor de piel como el extremismo religioso asombra al mundo con impactantes imágenes de la bestialidad. No es cosa menor, menos aún “es cosa de ellos”, esto nos debe interesar a todos, sin lugar a dudas.
Los derechos como los concebimos han ido evolucionando, tomando en cuenta las grandes catástrofes globales; todo lo que un grupo de seres humanos hicieron para implementar sus ideas de qué hacer y cómo hacer sin preguntar a nadie al respecto.
Ahora, vemos con gran preocupación como la coalición en Afganistán se retira de manera apresurada para cumplir lo que en febrero prometieron. Una paz firmada con sangre para dejar a un pueblo destruido por centurias en manos de los talibanes.
Los talibanes, por su parte no son más que monstruos que sellan su pacto para que se alejen de lo que llaman “su tierra” prometiendo lo que todos sabemos que no se va a cumplir, no represalias en contra de quiénes estuvieron ayudando a las fuerzas militares extranjeras a controlar lo incontrolable.
Pero ¿Por qué esto tiene que ser nuestro problema? Los derechos humanos, tan poco entendidos, tan atacados, pero no cabe la menor duda que son los más necesarios en una sociedad global donde cada vez es importante recordarnos, bajo estos ordenamientos jurídicos, que la vida se respeta, que la libertad debe primar y que los horrores no debe repetirse jamás. Tan raro es el ser humano que se nos debe repetir y exigir que no seamos genocidas.
Ecuador por su parte, tiene que hacer lo necesario para proclamar, como Estado, un reclamo airado a todas las entidades supra nacionales, desterrar el horror y solicitar de manera contundente la intervención necesaria en los ámbitos político y económico para evitar el colapso de Afganistán.
Las vidas humanas son preciosas, son un regalo que para algunos es hasta un regalo divino; no podría merecer un pueblo como el afgano, tan desprovisto de todo, quedar en manos de unos cuantos desorbitados mercenarios que han tomado un libro religioso y lo han tornado en puño y sangre.
Con gran decepción he leído desgarradoras y miserables líneas en redes sociales, como para aupar a esta tragedia humana tan cristalina y sangrienta, como el odio por causas justas, pero aún no comprendidas, piden, solicitan y exigen con ligereza que mujeres vayan a defender lo que nosotros, los seres humanos, no debemos aplaudir ¿Cuál es la necesidad? Ninguna, son palabras rotas que caen en el mismo ciclo de violencia que enfrenta esta situación.
No creo en un Dios que asesina, tampoco ustedes están en la obligación de creer en el mismo Dios, pero me es imprescindible pedir a seamos humanos, que volvamos a la naturaleza propia de los que somos. Nadie nace con la necesidad de matar, nadie nace con la obligación de odiar. No hay Dios o pensamiento interno que pueda aupar la muerte de alguien. Es no es divino, es maligno por donde se lo vea.
La situación de Afganistán es nuestra situación, espero que Ecuador haga lo que tiene que hacer, presentar su posición sobre la situación y exigir que la masacre pare. Nos encontramos en una desesperada contradicción. Respetar la autodeterminación de los pueblos versus respetar que esa autodeterminación extermine la dignidad humana.
Ecuador tiene que pronunciarse en contra del terror.