El Teatro: más que un espectáculo, una experiencia transformadora en la vida de las personas

El arte debe ser parte de la educación por incontables razones. A través de la educación artística, los estudiantes aprendern a crear, a analizar y a evaluar obras de arte, a formar y expresar sus propias opiniones, a encontrar nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas formas de pensar. Ya se trate de la enseñanza de la apreciación artística o de la producción de la pintura, la escultura, la música, el cine, la danza o el teatro, todo lo que se relaciona con el arte estimula la creatividad.

Mi propia experiencia con las artes fue con el teatro que me ayudó de muchas maneras. Desarrollé mi personalidad, vencí mi timidez natural y aprendía a proyectar mi espíritu. Tomé clases después de terminar el colegio en la Escuela de Teatro de la Casa de la Cultura. Ya no estaba Fabio Paccioni, pero habían llegado los profesores argentinos Jorge Laguzzi, Nicolás Belucci y Anadela Waserman. En el ambiente seguro y cómodo que ellos crearon, los aspirantes a actores y actrices pudimos aprender a expresarnos sin el temor de ser juzgados o ridiculizados. 

El teatro impactó en mi manera de ser y en mi forma de ver el mundo. La práctica de la expresión dramática me ayudó a desarrollar mi imaginación, a comunicarme mejor y mostrar mis emociones. La actuación requiere de autoexpresión y creatividad. Va acompañada del uso correcto de la voz y del cuerpo, requiere de hablar con claridad y precisión, de gestos y ademanes para transmitir el rol asignado de forma efectiva. “Interpretar un texto dramático es crear” –nos decía en un evento artístico hace pocos días Adriana Oña–, la gran actriz de Los Saltimbanquis.   

Anton Chejov, el dramaturgo ruso, considerado uno de los maestros del teatro moderno, decía: "El teatro exige que los actores sean personas inteligentes y sensibles, que tengan un alma sutil y un corazón cálido". Chejov destaca con ello la importancia de la sensibilidad y la inteligencia en la interpretación teatral. Pero ambas cualidades también se pueden enseñar. Chejov creía que los actores debían ser capaces de comprender las emociones y los motivos de sus personajes para poder transmitirlos al público. En mi aprendizaje teatral aprendí a conectarme con mis propias emociones y con las de los demás lo que hizo que adquiriera mayor confianza en mí misma y creo que también me permitió ser más auténtica.  

La práctica de compartir pensamientos y sentimientos a través de la representación hace que confiemos más en los demás y que podamos mostrarnos vulnerables. El estar conectados con nuestras emociones y el poder compartirlas (lo que los psicólogos llaman ahora “self-disclosure”) permite que las personas puedan comprendernos mejor y por lo mismo nosotros podamos tener mayor apoyo emocional y crear intimidad con los demás. Las personas que tienen el inmenso privilegio de contar con amigas íntimas saben cómo su afecto contrarresta el sentirse sola o desorientada. Conectarnos emocionalmente con otras personas mejora nuestra sensación de bienestar y satisfacción en la vida.

Estar en la escuela de teatro me hizo creer en la importancia de mi aporte y estar convencida de que yo era considerada valiosa y útil pues tenía un papel importante para contribuír a una acción colectiva. Trabajar junto a los demás era indispensable para lograr que una representación tuviera éxito. Éramos un grupo de personas que compartían una pasión y un objetivo común que era el de presentar un espectáculo. Cada miembro del grupo tenía un rol diferente, ya sea como director, actor, técnico de iluminación o de sonido, encargado del maquillaje o del vestuario. Juntos, colaborábamos para crear una obra que fuera creativa, emocionante y atractiva para el público. Inclusive el constatar que al principio de una obra no contábamos con suficiente público constituía una experiencia de tensión que aprendíamos a manejar en conjunto. Ser parte de una troupé me ayudó a mejorar mi capacidad para interactuar con otros y a trabajar en equipo hacia un objetivo común.

El trabajo actoral se constituye en una herramienta apasionante y poderosa para el desarrollo personal y profesional de una persona. A mí me ha ayudado a ser más expresiva, creativa y empática en mis relaciones interpersonales. Recuerdo mis tiempos de teatro como un momento muy hermoso e importante de mi vida y respeto muchísimo el trabajo de actores, como José Ignacio Donoso, que perseveraron. Él dice "Actuar es mi vida, y no me puedo imaginarme haciendo otra cosa. No se trata solo de interpretar personajes, sino de crear un mundo completamente nuevo en el escenario, y de compartirlo con el público. Es una sensación indescriptible que no se puede encontrar en ninguna otra parte." 

Estoy muy agradecida por los muchos beneficios que el teatro me proporcionó. En este artículo he querido destacar la importancia del arte en la educación. A través de la educación artística, los estudiantes pueden aprender a crear, analizar y evaluar obras de arte, a formar y expresar sus propias opiniones, a encontrar nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas formas de pensar. El teatro, en particular, es una herramienta poderosa para el desarrollo personal y profesional. A través de la práctica de la expresión dramática, se pueden desarrollar habilidades para imaginar, comunicar y mostrar emociones, mejorar la capacidad de interactuar con otros y trabajar en equipo hacia un objetivo común. He destacado también cómo el teatro puede fomentar la confianza en uno mismo, la autenticidad y la conexión emocional con los demás.

Es pues muy importante que los jóvenes tengan acceso a aprender artes actorales, a conocer obrar de teatro, a aquilitar el trabajo de la gente de teatro. Los curriculums educativos universitarios deberían incluír conexiones interdisciplinarias con las artes de tal manera que los estudiantes tengan la oportunidad de aproximarse a su magia y experimentar cómo ellas transforman nuestra perspectiva del mundo.