Las actividades relacionadas con el aprovechamiento de los recursos naturales ocasionan impactos en el medio ambiente cuyas consecuencias para la supervivencia humana pueden ser positivas o negativas.
Entre estas actividades tenemos la agricultura, de la cual, como actividad positiva, tendríamos la seguridad alimentaria y entre las negativas la contaminación ambiental.
Hasta dónde un ecosistema puede soportar perturbaciones sin deteriorarse definitivamente está determinado por el concepto del umbral de resiliencia, el cual debe observarse y no ser rebasado por las técnicas agrícolas contaminantes.
La revolución agrícola se originó en los países desarrollados meridionales del norte en donde se realizaron las investigaciones y desarrollaron las tecnologías de producción agrícola, teniendo como antecedente la revolución industrial, la cual, con el progreso de la tecnología de las prácticas agrícolas, la selección genética, la facilidad de transportes y comunicaciones, permitió la ampliación del tamaño de las fincas para producciones masivas y paralelamente ofrecían puestos de ocupación en las industrias urbanas para la población rural desplazada.
En la región tropical del planeta se sitúan los países subdesarrollados como el nuestro, que desde la conquista se convirtieron en áreas de abastecimiento de materia prima empleándose técnicas de producción de los países desarrollados y paquetes tecnológicos que resultaron altamente contaminantes del medio ambiente por el uso excesivo de combustibles fósiles. De esta forma queda definida la dicotomía Norte-Sur del desarrollo.
Lo preocupante al respecto es la aptitud de nuestros técnicos que, no obstante las limitaciones observadas de las técnicas introducidas, no han logrado adaptarlas a las condiciones socioeconómicas de nuestro medio y refrendarlas con métodos científicos que se han venido practicando como el denominado sistema del cultivo intensificado del arroz (SICA/SRI) con resultados de altas producciones que se fundamentan en la importancia que tiene el desarrollo del potencial genético de la especie sin forzarla a responder a estímulos extraños, valorizando el valor de la mano de obra sobre los paquetes tecnológicos introducidos contaminantes del medio ambiente.
Sin embargo, nuestros técnicos siguen inexorablemente las prácticas introducidas del norte, como la aguja de la brújula que, polarizada, no cambia de dirección.