Los politólogos y las experiencias pasadas sugieren que los resultados favorables de plebiscitos o consultas populares dependen tanto de la oportunidad como del contenido. Con la venia de la Corte Constitucional, tendremos que votar en los próximos meses sobre un cuestionario de siete preguntas de diversa sustancia pero que, algunas de estas, apuntan a un solo objetivo, consolidar políticamente el régimen de Lenín Moreno. La oportunidad es la correcta, dado que las encuestas le otorgan al Presidente un alto índice de aceptación y credibilidad, estando el votante predispuesto, animado a respaldar con un sí las interrogantes propuestas desde el Gobierno. Pero el tiempo corre en contra, porque en tanto no se absuelva el referendo la incertidumbre y especulaciones en diversos sectores ciudadanos continuará y el aliento por el sí disminuirá.
Hubiera sido absolutamente tranquila una transición de Correa a Moreno si este se ajustaba a lo esperado y no se destetaba de aquel, limitándose a guardarle el puesto. Se mantenía la hegemonía del poder político en y con Alianza PAIS, sus dirigentes no se hubieran alarmado, sus proyectos políticos y personales se mantenían vigentes, el ‘comandante’ seguía dirigiendo la ópera, los pecados cometidos continuaban enmascarados en un halo de legalidad y aquí no pasaba nada. Pero no, estimulado por un huracán que lo agitó desde Bélgica, Moreno empezó a subrayar sus mensajes con actitudes concretas sobre temas anticorrupción y autonomía de las autoridades de control, mostrando una rápida reacción, destacando su autonomía y abriendo la brecha. Una zanja que muestra el ánimo de pretender casi una nueva república, cruzada por un diálogo permanente, el respeto a las funciones del Estado, una frontal lucha contra la impunidad y la unidad entre los diferentes sectores para oxigenar al país.
En relación al contenido de las interrogantes planteadas para la próxima consulta popular, hay dos que son fundamentales y apuntan a los objetivos antes mencionados, así, la referente a dejar sin efecto la enmienda de reelección indefinida de 2015, y la otra, de cesar a los miembros del Consejo de Participación, con las atribuciones respectivas en el régimen de transición hasta la designación definitiva por elección popular. El sí a la primera de las señaladas, más allá de las alegaciones constitucionales de todo tipo que se han expuesto, significa políticamente el cierre de un régimen sobre el que cada uno hizo, hace y seguirá realizando la evaluación y valoración respectiva, pero es, a no dudarlo, la clausura de una etapa y el surgimiento de otra. O sea, si queremos que el gobierno de Lenín Moreno suelte amarras y defina el rumbo, es únicamente con el sí a esta pregunta que podrá hacerlo.
La segunda interrogante fundamental es aquella que propone la extinción del malhadado e ilegítimo círculo vicioso y sombrío para la designación de autoridades de control que, más allá de los méritos de algunos, se encuentra totalmente descertificado por la ciudadanía. En conocimiento que no hay sistemas de control perfectos y blindados contra la corrupción, lo que tenemos estructurado fue absolutamente destruido por la putrefacción que nos sigue ahogando. Es necesario seguir construyendo con el sí en esta pregunta, dando por cerrada y sin discusión alguna una época de absoluto descontrol y tolerancia, por decir lo menos, con la corrupción. (O) et