Nayib Bukele, el presidente más joven de América Latina, fue posesionado en junio de 2019. Luego de una innovadora campaña electoral y en un escenario con altos índices de asesinatos, corrupción y pobreza que enfrentaba el país, logró imponerse a los partidos tradicionales. A través de redes sociales empató rápidamente con la juventud e impuso una forma “diferente” de hacer política. Dentro de los logros más destacables de su gobierno se puede mencionar la reducción de homicidios, pero hay datos confusos sobre la criminalidad.
Asimismo, mientras The Economist vaticinó que Bukele será el primer dictador millenial, su aceptación continúa siendo muy alta -alrededor del 80 por ciento-. A lo largo de estos años su popularidad escaló no solo nacional sino también internacionalmente. No obstante, mientras él se consideraba el presidente “más cool” y creaba una marca personal, algo más estaba ocurriendo. La irrupción del Parlamento por militares para que se apruebe un préstamo para combatir las pandillas vaticinó lo que vendría. En febrero de 2021, el partido oficialista Nuevas Ideas se alzó con la mayoría en el parlamento para el periodo 2021-2024 con 56 de 84 escaños y pronto se puso por encima de los poderes del Estado. Una vez posesionado el nuevo Congreso, destituyó a los jueces de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General, quedando sin contrapeso tanto el ejecutivo como el legislativo. Frente a las críticas internacionales por esta acción, el primer mandatario indicó en su Twitter: “con todo respeto, no es de su incumbencia”.
Bukele se ha caracterizado por no aceptar críticas y está cumpliendo paso a paso el protocolo de cómo convertirse en un dictador, algo que no es nuevo en nuestra región. Empero, lo que ha impresionado a expertas y expertos es la velocidad con la que lo está haciendo. Hoy por hoy Bukele se ha convertido en un líder populista y autoritario que cree que las urnas lo resuelven todo. Así, aunque alternancia y la división de poderes son imperativos en una democracia -entre otros aspectos-, e incluso la Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH) dio a conocer la Opinión Consultiva referente a que la habilitación de la reelección presidencial indefinida es contraria a los principios de una democracia representativa, la Sala de lo Constitucional emitió una sentencia el viernes pasado que habilita la reelección de Bukele para 2024.
De acuerdo a Daniel Zovato, El Salvador ha pasado de ser una democracia de baja calidad para convertirse en un régimen híbrido con crecientes rasgos autoritarios. Así, lo que se avizora para este país preocupa de sobre manera puesto que se prevé que la siguiente factura la paguen los medios de comunicación y la oposición. Es imperativo recordar lo que ocurrió en Venezuela con Hugo Chávez respecto a la eliminación de los contrapesos y lo que está haciendo Daniel Ortega con la oposición. Como comunidad internacional debemos evidenciar estas acciones de El Salvador que laceran y afectan la democracia de la región.