Para quienes no somos ecuatorianos y a la vez somos latinoamericanos, los indígenas de Ecuador eran un ejemplo histórico. La existencia de Conaie, la organización de Pachakutik y la llegada a la dirección del 10% de las alcaldías nacionales, hacían de los indios del Ecuador un ejemplo emancipatorio para toda Latinoamérica.
También la llegada de Correa al gobierno significó un ejemplo histórico. Al poco tiempo Ecuador ganó exponencialmente en prestigio internacional, pagó ventajosamente su deuda externa, mejoró la condición de sus sectores populares con políticas sociales efectivas y logró mejoras macroeconómicas que lo llevaron, el último año, a un decisivo crecimiento económico del 8%, el más alto de Latinoamérica toda.
Lamentablemente, el diálogo, al comienzo fluido entre las organizaciones indígenas y el Gobierno, se fue enrareciendo (aunque no igualmente con todas esas organizaciones). Los indios entendieron que no pueden explotarse sus tierras en energéticos decisivos como es el petróleo; el Gobierno intentó negociar condiciones de posibilidad y, finalmente, se dieron enfrentamientos que en algunos casos fueron lamentablemente luctuosos.
El final de la buena relación se expresa en la prolongada marcha indígena de las últimas semanas, cuya llegada a Quito hizo coincidir el Gobierno con una fuerte movilización social en su favor. Esa marcha indígena -al menos fuera de Ecuador- goza de muy escaso consenso; no pocos son quienes piensan que el movimiento ha perdido el rumbo, y de alguna manera sus protestas sirven a la desestabilización de derechas que tantas veces se expresa por vía mediática en todos los países con gobiernos populares de Latinoamérica.
Hay todo el derecho al reclamo y la protesta si se hacen pacíficamente, pero a la vez el movimiento indígena ecuatoriano está obligado a reflexionar sobre su actual condición. Con un fuerte retroceso a nivel nacional (que se inició cuando su frustrado apoyo a Lucio Gutiérrez) y una pérdida de la confianza irrestricta que despertaba hace algunos años en el concierto internacional, no caben dudas de que el recorrido político realizado ha apagado en gran medida el consenso que en otros tiempos bien supo conseguir.