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El Telégrafo
Melania Mora Witt

"El renovado rostro de la patria"

28 de mayo de 2016

En su último informe a la nación como presidente de la república, Rafael Correa hizo un rápido resumen de la obra realizada por su gobierno, a partir de su primera elección. Posiblemente habrá recordado los sueños y propósitos que lo animaron desde sus años juveniles y lo sostuvieron mientras, dentro y fuera de Ecuador, se capacitaba para cumplir con la exhortativa de ‘volver a tener patria’, lanzada hace mucho por Carrión.

Por eso, al inicio de su intervención habló del ‘renovado rostro de la patria’. Y pudo hacerlo con solvencia porque ya no existen en el país bases militares extranjeras y hay un respeto internacional al pequeño país y a su dirigencia, por mantener una posición soberana, e independiente. Ese reconocimiento lo ha llevado a múltiples escenarios mundiales, compartidos con los más destacados líderes del planeta.

Posiblemente no imaginó que la lucha iba a ser tan dura. Durante estos años ha debido enfrentar una ofensiva sin precedentes, de quienes sintieron que esta vez sí era verdad que las cosas iban a cambiar. Los poderosos grupos que se turnaban en el poder, no podían aceptar que alguien que no pertenecía a sus filas y, lo que era peor, no les obedecía, hiciera uso de la potestad dada por el voto popular, para iniciar la reconstrucción de un país destrozado y desmoralizado.

Hay un reconocimiento general acerca de que el Ecuador de hoy, es muy distinto del que la Revolución Ciudadana encontró. Una inmensa obra pública ha posibilitado la construcción de gigantescas obras de infraestructura: represas, hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, carreteras, puentes; impulso millonario a la educación desde los niveles parvularios hasta el posgrado, con dotación de miles de becas, en un proceso nunca antes conocido en el país. Ecuador está cruzado de viviendas de interés popular; de hospitales con certificaciones de excelencia al servicio de los más pobres. Ha generado políticas inclusivas hacia los sectores más olvidados; otorgado seguridad social al invisibilizado mundo de las amas de casa; iniciado una gran minga en beneficio de los discapacitados —Lenín Moreno dirigió esa cruzada que hoy se copia a escala mundial—; modernizado instituciones antes anquilosadas: registro civil, correos; ordenado las finanzas del Estado; volviendo eficaz a la banca pública, y un largo etcétera.

¿Errores? Posiblemente muchos, pero no los que reclaman los grupos de presión a través de sus medios. Quizá se rodeó de funcionarios —a veces de alto nivel—, que no compartían los ideales del proceso. Muchos tenían agendas diferentes y finalmente traicionaron. Por acción u omisión, se apartó a otros que podían ser verdaderos compañeros en la gran aventura de cambiar el país.

El lema básico fundamental: el ser humano sobre el capital, guió toda la acción. El gobierno de la Revolución Ciudadana nos devolvió el orgullo de ser ecuatorianos y la confianza en nuestras propias fuerzas.

Lo que falta, y es mucho, solo podrá cumplirse si el próximo gobierno responde a iguales objetivos y principios. (O)

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