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El Telégrafo

El presidente Obama en su laberinto

28 de mayo de 2011

En la última reunión en Washington entre el presidente Obama y el primer ministro de Israel, Netanyahu, se produjo un incómodo silencio cuando el mandatario norteamericano planteó que la solución al conflicto palestino-israelí debía incluir, como punto básico, el retorno de Israel a las fronteras de 1967, cumpliendo con la Resolución 242 de Naciones Unidas.

Algunas malas noticias ha recibido últimamente el ministro. Entre ellas la decisión de la Autoridad Palestina y el movimiento Hamas de unificar fuerzas en aras de presentar un sólido frente ante la próxima proclamación del Estado palestino, que ya ha sido reconocido por muchos gobiernos de varias latitudes, incluyendo países latinoamericanos como el nuestro.

¿Qué ha motivado al gobierno de Obama, firme y tradicional aliado de Israel, a tomar tal actitud? La respuesta evidente está en los ámbitos de la geopolítica y el petróleo. Frente a los sucesos que se han dado en el mundo árabe, se hacen necesarios cambios en la política norteamericana que convenzan a los árabes de que se están dando pasos reales en busca de soluciones a las controversias que mantienen con Estados Unidos, particularmente en relación a la “cuestión palestina”. El retorno a las antiguas fronteras, incluyendo Jerusalén Este, el regreso del millón de exiliados palestinos y el cese de la construcción de colonias por parte del Gobierno judío, son condiciones básicas para asegurar una paz permanente. Aquello es, además, un clamor mundial que incluye a prominentes personalidades de origen israelí que viven fuera y dentro de su país. La caída de Mubarak en Egipto, aliado del Gobierno judío, cambió la correlación de fuerzas en la explosiva región. El empantanamiento en Irak y Afganistán, el lento avance de la OTAN en Libia, tornan imprescindible una posición más equilibrada de Estados Unidos.

Es muy difícil que se acepte la propuesta del Premio Nobel de la Paz en cuanto a la devolución de territorios. El poderoso “lobby” judío en EE.UU. se reunió en pleno para apoyar a Netanyahu en su afirmación de que en ningún caso accedería a lo sugerido por Obama y, posteriormente, el Senado norteamericano aplaudió de pie el discurso que en tal sentido dio el derechista israelí.

Con el proceso de reelección ad portas, Obama se encuentra, en un ámbito de crisis, atrapado entre su lealtad al viejo aliado y la necesidad de abrir puertas a un mejor trato con los árabes que le permita asegurar su influencia y el petróleo.

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