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El Telégrafo

El poder del dedo

26 de abril de 2011

El incidente protagonizado por Irma Parra, la semana pasada en Riobamba, puso en evidencia el poder que posee el dedo medio de los ecuatorianos sobre el presidente Rafael Correa. Bastó con que la mujer levantara el condenado dedo dentro del campo visual del Mandatario para provocarle un cortocircuito hepático de tal proporción, que el gobernante ordenó la detención de la mujer acusada de atentar contra su honra. Sus ideas de majestad convirtieron el supuesto agravio casi en una violación del orden cósmico de las cosas, en algo trascendental para la vida democrática del Ecuador y ahora advierte que “habrá que enseñar quién manda en el país. Yo soy el Presidente, tendrán que aprender a respetar”. 

Actualmente, las disposiciones del Código Penal aseguran la majestad del funcionario y reservan penas agravadas para quienes le falten el respeto (arts. 230, 231, 232 y 233 de dicha norma legal).

Es así como leyes absurdas colocan el honor de un importante empleado público (como es el Presidente de la República), por encima de la libertad de los ciudadanos comunes, dejando a los mandantes indefensos frente a las resacas de poder de las autoridades.

Frente a una ley anacrónica y los delirios que esta provoca, surgió de manera espontánea una acción de protesta ciudadana que se promueve en la red social Twitter (www.twitter.com), la cual desafía abierta y categóricamente la criminalización de una conducta que no representa peligro para los ciudadanos: “Un dedo para Correa” (www.undedoparacorrea.com) es la manifestación virtual de personas de todo el país, con diversos criterios, afines y contrarias al Gobierno, voces críticas que se van sumando y posan ante la cámara con su cara y su dedo medio bien en alto para recordarle al Presidente que no todas sus acciones tienen nuestra aprobación; que ejerceremos el derecho a expresar nuestra opinión de la manera que creamos conveniente, y que un dedo levantado no nos convierte en delincuentes.

Sin embargo, “undedoparacorrea” tendrá que aterrizar en un proyecto que impulse acciones legales que lleven a la despenalización de este tipo de protestas y no quedarse en el insulto o el desafío a la autoridad. Mientras tanto, Rafael Correa deberá esforzarse para encontrar una perspectiva diferente que lo libere del hechizo del dedo, que lo condiciona a encarcelar a ciudadanos por el delito de ser “vulgares”. Reprimir es fácil, solo se necesita aplicar la fuerza bruta; crecer, por el contrario, requiere inteligencia y valor.

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