La batalla librada por el norteamericano Edward Snowden, técnico de las agencias de espionaje de los Estados Unidos, pone de manifiesto el poderoso valor que tiene la verdad como un instrumento de reivindicación de la conciencia humana.
Aquello bíblico de: “La verdad os hará libres”, atribuido a Jesús, encierra un precepto que autentifica la naturaleza de la vida cotidiana y así vemos a un gladiador amenazado de muerte por el imperio y sus súbditos, enfrentándolos nada más que con el respaldo de la verdad.
Cuando se inició este desborde de la verdad con la revelación de los descarados mensajes de las embajadas norteamericanas a su centro de control del espionaje en el Departamento de Estado, gracias a los WikiLeaks, el mundo despertó de la somnolienta confianza y constató que, gracias a los centenares de miles de informantes alcahuetes del poder imperial, había un control universal de lo que hacían y pensaban los gobernantes y los pueblos de 194 países que componían el mundo entero.
El soldado Manning (que no era de plomo sino de carne y hueso, con conciencia incluida) le entregó a la entidad de Julian Assange miles de correos electrónicos que reportaban la historia política contemporánea: gran y universal escándalo de la humanidad entera al conocer que, sin excepción, todos estábamos bajo control.
Contaminado por ese buen ejemplo, un joven sin antecedentes ni historia, de nombre simple como Edward Snowden, decide revelar cómo es que el gran gendarme de la humanidad aprovecha los adelantos tecnológicos para ampliar la cobertura del control de lo que dice, piensa y hace la Tierra y sus alrededores. Los noveleros terrícolas, que disfrutábamos interconectándonos a través de las redes sociales (Facebook, Twitter y las demás) publicando datos, fotos y confidencias hasta de lo que estábamos pensando, de pronto nos enteramos de que el poderoso amo del universo nos espía a sus anchas, sin hacer excepción de ninguna especie.
¿Qué quieren saber de nosotros? Todo y nada: el objetivo es manejar al control de siete mil millones de personas, el poder total.
Las revelaciones de Snowden alteran muy tibiamente esa fuerza inconmensurable, pero es un eslabón en la cadena del descubrimiento de la verdad; y por eso, solo por eso de manejar la verdad, es condenado a ser silenciado a las buenas o a las malas.
Para silenciar a Snowden, cuatro países bloquean el vuelo del avión presidencial de Bolivia -por si viaja allí el gringuito- y se pone en riesgo la vida del presidente Evo Morales y su tripulación. Nadie asume la responsabilidad de ese atentado, nadie pide disculpas, como que aquí no pasa nada. Y la conciencia del mundo empieza a resquebrajarse, pues eso llevaría a admitir que no estamos en condiciones de conocer la verdad para tratar de ser libres.