El patio trasero de Colombia en materia de narcotráfico es nuestro país y desde hace una década y algo más, puesto que la reforma legal en materia de drogas no es que llevó a aplicar el estándar constitucional de la no criminalización de las adicciones, sino que abrió el mercado, es decir el microtráfico y a la par el surgimiento de otro tipo de violencia en la mitad del mundo.
La fórmula de la vieja ley antidrogas era más humana y se sintonizaba con la norma constitucional, pues en atención a la cantidad de la sustancia en poder del procesado, luego de un examen psicosomático se llegaba a determinar si esa cantidad era acorde con el nivel de tolerancia y dependencia por parte del tenedor de la droga.
Los colombianos fueron inteligentes y vieron que no era buen negocio desgastarse casa adentro con una violencia que le aisló a Colombia del mundo, y por eso expandieron el mercado de la droga y el sicariato a su vecino del sur tanto más que el imperio ya no metía las narices en territorio ecuatoriano toda vez que la base de Manta fue desmantelada, en nombre de la soberanía, dando paso a que en forma paulatina se haya ido formando el sexto poder del Estado, el crimen organizado, que no deja dormir en paz a los ecuatorianos y al que han sucumbido las cinco funciones del Estado ecuatoriano.
La afirmación de que Ecuador es el patio trasero del narcotráfico es una expresión que la empleamos por ahora para sugerir que el país sirve como una zona de tránsito o como una base de operaciones para actividades relacionadas con el tráfico de drogas. Es una realidad que la ruta del narcotráfico está cambiando, ya son Ecuador, Brasil y Paraguay. Si bien Ecuador ha experimentado problemas relacionados con el tráfico de drogas en el pasado, como muchos otros países de la región, ha implementado esfuerzos para combatirlo y fortalecer la cooperación internacional en esta área, los gobiernos han trabajado en colaboración con agencias internacionales, como la DEA para abordar el problema y mejorar la seguridad en sus fronteras, pero no es menos cierto que frente a la realidad ha resultado insuficiente pues el crimen organizado ha rebasado las políticas púbicas de control, prevención y sanción, merced a la corrupción galopante en todos los niveles de gobierno incluida la Función Judicial que está atravesando su peor momento en la historia republicana. Y si no creen en lo que decimos lean “La roca: cementerio de hombres vivos”.
Es importante recordar que el problema del narcotráfico es complejo y multifacético y está relacionado con factores sociales, económicos y políticos tanto a nivel nacional como internacional. Ecuador se ha convertido, insistimos, en el patio trasero del narcotráfico y el crimen organizado, basta con ver el surgimiento de empresas sicariales que nacieron al fragor de la consolidación de la violencia en Colombia y que aún están al servicio de la delincuencia organizada como lo evidencia el magnicidio del candidato presidencial Fernando Villavicencio, del que se ha dicho fueron sicarios colombianos los que “hicieron la vuelta”.
Ecuador es el patio trasero de Colombia en materia de drogas, su liderazgo es evidente. Y como consecuencia de ello tenemos inseguridad, narcoviolencia, motines carcelarios, vacunadores, que “venden seguridad” en las calles, pues el que no paga, muere, y por supuesto una subcultura, la cultura mafiosa al puro estilo de las telenovelas colombianas y mexicanas, verdaderas escuelas de violencia.