En agosto de 1985 empecé el internado rotativo, último año de la carrera de medicina. Fue neonatología mi primera rotación y, tan pronto llegué, me indicaron hacer una historia clínica.
Al acudir al área de obstetricia, estaba vacía. Repentinamente oí un grito desgarrador que provenía de un cuarto cerrado. Al abrir la puerta me encontré con un cuadro inesperado: una mujer estaba parada, con sus piernas abiertas, algo dobladas y la cabeza del bebé había salido y a punto de caer al inodoro si acaso había un nuevo pujo.
No hubo tiempo. Un nuevo pujo, un nuevo alarido y tuve que recibir al niño, estando yo sin guantes. El vigoroso llanto del niño fue opacado por lo estentóreo de mis gritos pidiendo ayuda, ante lo cual dos enfermeras acudieron para presenciar, con estupor, la escena.
Una de ellas fue a buscar el equipo y otra trajo sábanas. Tras pinzar y cortar el cordón umbilical, entregué al niño.
Curiosamente el neonato, por el innato reflejo de prensión, había asido con fuerza el estetoscopio que colgaba de mi cuello de modo que las enfermeras cargaron al niño y el estetoscopio.
En el aturdimiento, las dos salieron y me dejaron solo con la paciente. No había una silla de ruedas de modo que la paciente tuvo que caminar unos 10 metros hasta la camilla mientras que yo, agachado, caminaba a su lado sujetando la pinza del cordón umbilical.
Me acerqué a la puerta para buscar ayuda para que venga el médico de obstetricia sin que haya respuesta. Cuando regresé la contracción del útero expulsaba la placenta íntegra, con lo cual se acababa felizmente el episodio.
Con esta interesante anécdota comenzó un año de vivencias extraordinarias, de esfuerzo enorme, de privación de sueño, de aprendizaje notable, de oportunidad para desarrollar un profundo sentido de empatía con los pacientes y sus familias. Muy noble y sacrificada la profesión de médico en la que todos recordamos nuestro internado rotativo.
No puede ser que se consume el injustísimo recorte de su estipendio a las nuevas cohortes de internos rotativos. El nuevo ministro de salud deberá pronunciarse. (O)