Al parecer, luego de la elección del nuevo Sumo Pontífice, la Iglesia católica quiere dar señales positivas de acercamiento al pueblo creyente, y en especial a los más necesitados. El colegio cardenalicio ha designado al ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, un sacerdote de la congregación de la Compañía de Jesús.
No obstante ser un conservador moderado, se lo conoce en Argentina como un obispo cercano a los más pobres, que recorría su ciudad a pie y en transporte público, dando un buen ejemplo de austeridad, carisma y humildad.
Como ciudadano que profesa la religión católica, me llena de júbilo y regocijo que nuestra Iglesia haya escogido a un Papa de origen latinoamericano. Sin embargo, me queda la duda de que las autoridades de la Iglesia quieran hacer reformas profundas con el objetivo de cambiar sus obsoletas estructuras y desplegar mayores esfuerzos en predicar la sencillez, la compasión y la solidaridad de los que más tienen con los que viven en la inopia, como producto de la injusticia social, situación de la cual dichas autoridades han sido contemplativas.
En sus primeras actuaciones, el papa Francisco ha roto los protocolos y las normas de seguridad impuestas por las altas dignidades del Vaticano, probando ser un hombre sencillo y afectuoso con los feligreses. También me alegra mucho que eligiera su nombre en honor a uno de los grandes santos de la historia del cristianismo, San Francisco de Asís, quien recorrió Europa en harapos, despojándose de sus riquezas, predicando la humildad, el amor y la solidaridad con los más débiles y necesitados. Este santo nos decía que Jesús nació y vivió entre los pobres, desdeñando el amor por las riquezas materiales de este mundo, y nos recordaba sus palabras: “El que se enaltece será humillado, y el humilde será enaltecido”.
En consecuencia, para tener la capacidad de exclamar lo que el Todopoderoso ha hecho en nosotros, hay que aceptar la palabra de Dios con una fe grande y mucha humildad. Una fe que se demuestra a través de la caridad y el amor al prójimo.
Porque Dios se sirve de los sencillos, que son los que en verdad cuentan ante sus ojos. Es el cristianismo de los santos como Francisco de Asís, Catalina, Agustín, Juan Bosco, Vicente de Paúl, entre otros, el que debemos vivir. El compromiso de estos hombres de Dios reafirma nuestra fe, resucita el primitivo fervor de los fieles católicos, nos da formación en la caridad, la sencillez y la libertad del espíritu, virtudes propias del buen cristiano.
Finalmente, confío en que la hora del cambio ha llegado para el catolicismo, por tanto, debemos estar optimistas de que, con la elección del papa Francisco, se empieza a construir una Iglesia renovada en sus principios y que vuelve su mirada a los más humildes, predicando la misericordia, el amor y la solidaridad con los que menos tienen. El cambio de época se impone en nuestra Iglesia, porque, como dice en el libro del Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo bajo el Sol”.