Difícil determinar por qué somos como somos aunque quizás sea menos difícil saber por qué estamos donde estamos. Razones históricas, antropológicas o sociológicas han procurado explicar el porqué los ecuatorianos e hispanoamericanos hemos fracasado como pueblos frente a las naciones europeas o las del este y sudeste asiático.
Para lo primero, se ha dicho que es el resultado del colonialismo español y el mestizaje; que el clima benigno ha facilitado la supervivencia sin esfuerzo y ha amortiguado la creatividad; que la naturaleza pródiga nos ha dotado de recursos naturales facilitándonos la vida.
Lo cierto es que, la ley del menor esfuerzo, la viveza criolla y la innegable tendencia a la corrupción son horribles rasgos que contribuyen a nuestro atraso. De otro lado, estamos donde estamos porque tenemos leyes pésimas, políticos de lo peor y votantes ineptos.
El conjunto de estos males se origina en que sufrimos una pésima educación, no solo la educación en valores, sino la educación académica formal en todos los niveles. Pero, aún si tuviéramos una excelente educación, de nada serviría si no corregimos la lacerante realidad de que el 20% de los niños en el Ecuador son desnutridos, de que solo el 67% de la población tiene acceso a agua segura y que sólo el 45% tiene alcantarillado.
Un cerebro subdesarrollado por la desnutrición proteica es incapaz de aprender bien. Es una iniquidad que, habiendo un gobierno dispuesto de 10 años para ejercerlo, de todo el poder político para lograrlo y de 300.000 millones de dólares para bien utilizarlo, no haya encaminado al Ecuador hacia el desarrollo.
Solamente la educación logrará mejores votantes. Las pésimas leyes, comenzando por la horrenda constitución de Montecristi, deberán ser cambiadas y solo habrá mejores políticos cuando se cambie el mamotreto de Ley Electoral y Partidos Políticos que con la grandilocuencia correísta tiene el pomposo nombre de Código de la Democracia. Solo una Ley que fortalezca los partidos, limitando su número, mejorará la calidad de políticos.
El esperpento que hoy tenemos ha permitido 280 organizaciones políticas y ya hay como veinte precandidatos presidenciales. Ambiciones y veleidades. Doctrina y condición de estadistas, para nada. (O)
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