La necesidad de renovar mi cédula de ciudadanía me obligó a trasladarme al sur de la ciudad, al antiguo Registro Civil.
Es que son muchos los malos recuerdos que se tiene de aquel servicio: edificio sucio, maloliente, con máquinas de escribir obsoletas, métodos anticuados para receptar las huellas dactilares. Naturalmente, gran parte propios de la época en la que no existían grandes avances tecnológicos ni los conocimientos y métodos de trabajo inherentes a ellos. Aunque no se justificaban la pésima atención a los usuarios y la impertinencia de los tramitadores. De todas maneras hay que reconocer que desempeñó un papel decisivo durante un largo período en la vida nacional.
El Registro Civil fue obra de la Revolución Liberal. Creado con funcionarios del Estado, mediante la Ley de Registro Civil, el 25 de octubre de 1900, la cual puso fin al reconocimiento de los documentos eclesiásticos como oficiales. Los mismos que la Iglesia había mantenido tradicionalmente en el registro de sus parroquias, en el que se anotaban el bautizo, el matrimonio y la defunción de los fieles.
Dos años después, el 3 de octubre de 1902, se promulgó la Ley de Matrimonio Civil. Con ella se exigió el matrimonio civil como requisito previo al eclesiástico, arrebatando toda injerencia de la Iglesia en la constitución de la familia. Esta ley también estableció el divorcio, siendo la única causa el adulterio. Posteriormente, el 30 de septiembre de 1910, se sancionó la ley sobre el divorcio por mutuo consentimiento, como medio de solucionar racionalmente los graves problemas conyugales.
El actual Registro Civil, Identificación y Cedulación fue producto de la lucha revolucionaria de todo un pueblo contra las fuerzas obscurantistas de dentro y fuera del país.
Se rige por su propia Ley, vigente desde el 21 de abril de 1976.
Animada en mi empeño, llegué al lugar indicado. ¡La sorpresa fue grande! Un edificio remodelado completamente, con un amplio parqueo automotriz, hermoso jardín, dos ramplas para sillas de ruedas. En la entrada principal llama la atención una urna de cristal; en su interior una antigua máquina de escribir, un trozo de pared sucio, donde se despintaban los dedos los usuarios y un rodillo de tinta con el mensaje “¡Prohibido olvidar!”. A continuación una sala de espera amoblada con confortables butacas, aire acondicionado y los diferentes módulos con sus especificidades y tecnología moderna. Esmerada atención al público.
El cambio ha sido radical. Los empleados, jóvenes en su mayoría, comentan que los logros son similares en diversas ciudades del país.
Su director es el Ing. Paulo Rodríguez Molina, el mismo técnico que el presidente Ec. Rafael Correa designó como su delegado en la comisión tripartita, que reemplazará al Consejo de la Judicatura en la reestructuración de la Función Judicial.
Es opinión generalizada que la obra realizada en el Registro Civil es una expresión ética de profundo servicio a la comunidad.