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El Telégrafo

El Nobel de la Paz para el neoliberalismo

13 de octubre de 2012

Lástima que la presea adolezca de sesgo ideológico. Recientemente lo discernieron para el comandante en jefe del mayor ejército invasor del planeta. Ahora le entregan a la Unión Europea, tal vez como premio consuelo ante el agravamiento de la crisis económica que sacude a los pueblos del viejo mundo.

Les compadecemos, porque esa tragedia ya la vivimos: una rígida agenda inspirada y monitoreada por el FMI y el Banco Mundial, que los gobiernos tenían la ineludible obligación de aceptar, si no querían ser expulsados del Consenso de Washington, cofradía donde se resolvía la suerte de nuestros pueblos; prevalencia del mercado como el tótem sagrado cuyas leyes eran  irrefutables ante el supremo objetivo del sistema capitalista de someter a las colonias al triste papel de productores de materias primas y consumidores de una masiva importación al fin pagada con más deuda externa. Acá se bajaron los pantalones hasta el colmo de aceptar acuerdos de protección a las inversiones del imperio y crear fondos para garantizar pago de deuda cuyos papeles estaban en poder de los mismos especuladores que ejercían el poder.

Ese infierno ya lo vivimos. Solo la nueva tendencia hacia el Socialismo del Siglo XXI, que crece y se expande en nuestra región, ha sido el antídoto para frenar el intervencionismo imperialista. Y no nos ha pasado nada, a excepción de las bravatas de Obama y de la señora Clinton, además de unos cuantos cavernarios reaccionarios que pretenden someternos con el cinismo chantajista del Atpdea  y la alharaca interesada de ciertos lacayos criollos cuyo sentido de patria se agota en la llenura de sus bolsillos.

Los pueblos europeos afectados por el monstruoso impacto de la crisis han salido a protestar. Los “indignados” levantan cada vez más alto la voz en Wall Street. España, Portugal, Francia y, sobre todo, Grecia rechazan el recetario neoliberal, con jugosos préstamos administrados por los mismos prestamistas, a los gobiernos de banqueros, para que ni se les ocurra destinar recursos al área social de sus poblaciones engañadas, hipotecando de por vida el destino de sus connacionales en privilegio del pago de la deuda, con privatizaciones de los servicios públicos para que la salud, educación,  bienestar, solo merezcan quienes puedan pagarlo, esencia de un fascismo remozado que desprecia a la raza humana solo porque no se parece a la esquizofrenia de sus creadores.

A esa ideología del retroceso excluyente acaban de galardonar con el Premio Nobel de la Paz, haciendo de lado la maravillosa obra redentora y solidaria de nuestro querido compañero vicepresidente Lenín Moreno. Bueno, tal vez convenga reflexionar que es preferible esta exclusión, a que le pongan a la altura de un sanguinario invasor o de una gavilla de traidores que están entregando a la Unión Europea en bandeja a la insaciable voracidad del FMI.
Nuestro Lenín es único.

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