La combinación del café tempranero filtrado a la usanza antigua, con el viaje maravilloso hacia el “Campus de la Poesí” guiado por el Niño Azul, es el mejor desayuno en Manabí.
El Niño Azul, es muy azul, no es caricatura burda; combina la ternura, el amor, las palabras, el color, sus devaneos y la conciencia social. Está siempre guindado en la página dos de diario El Telégrafo, el diario público del Ecuador, dentro de un escaparate gráfico, espacio de 30 por 7 centímetros.
La gracia es leerlo antes que nada y después de todo, además en la versión impresa, de tal forma que el Niño Azul nos aromatice con aquel olor a tinta sacadita del horno.
Este Niño Azul es en realidad un niño tan irreal y metafórico que a veces tiene el corazón en el vientre. Es bellamente feo y su voz no suena porque está hecha de aquel silencio precioso de la palabra manuscrita. Todo su rectángulo de vida está lleno de él y un barroco jardín de palabras y oraciones de-construidas.
Salta y nos lleva una mañana al campus del Soneti. Acostado sobre la palabra “Nada” mira un cielo de cantares de Sor Juana Inés de la Cruz (1651 - 1695), y entonces oímos el susurro de su voz femenina que nos dice: “Es una necia diligencia errada, es un afán caduco, y bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”.
Sobre un oscuro negro lleno de estrellas palabras, otro día el Niño Azul despierta junto a Octavio Paz. Y así, tintamente, papelmente, gráficamente, alegremente, nos deja leer aquella maravilla que dice: “Sin entender comprendo: también soy escritura”.
A veces el Niño Azul desaparece y en su lugar, en esa misma esquina, la página dos de El Telégrafo, surge Gaspar. El es aparentemente freudiano, pero al final es solo un hombre cotidiano y urbano que se burla del psicoanálisis. Hace reír Gaspar, mas es solo un ser sin estrellas, que jamás va al campo de la “poesí”. Más pragmático que ninguno, Gaspar advirtió sin embargo una mañana: “Será solo mi impresión, o la derecha se está rearmando”.
Cuando Gaspar no está, el espacio de los gráficos representa a una sociedad de buenos libros que se vuelven humanos, hablan y se quedan absortos por la intromisión en la biblioteca de los textos mercantiles de auto ayuda. Un día uno de los grandes libros se quejó y dijo: “Yo soy mucho más rico que cualquier personaje de televisión, y sin embargo les dan bola solamente a ellos”. Algunas veces aparece Lukas, dibujo reflexivo que camina con una “sombra de invierno y tristeza prestada”. Después, vuelve por fin el Niño Azul montado sobre un caracol rojo, hablando con sus silencios llenos de sonidos escritos.
Me encanta leer buena prensa: diario El Telégrafo: ¿Qué nos traerá hoy el Niño Azul para hacernos más humanos?