Jorge Carrera Andrade, posiblemente el poeta más influyente del siglo XX en Ecuador, solía decir que el río Machángara olía a menta. Para quienes los quiteños, resulta difícil imaginar que esa cloaca saturada de desechos industriales y humanos, fueron alguna vez hábitat de pequeños cangrejos y lugar donde la población solía pasear. Es increíble que lo que hoy representa una amenaza para nuestra seguridad y calidad de vida haya sido en tiempos pasados un hermoso río andino.
En las últimas semanas, he tenido el privilegio de participar en el proceso judicial de acción de protección presentado por diversos colectivos ciudadanos de Quito. Este proceso busca que el municipio tome las medidas necesarias para restaurar las funciones ecológicas y recreativas del río Machángara. Las causas son claras: regulación ineficiente para gestionar la calidad del agua descargada al río, prácticas de consumo desbocadas, falta de tratamiento adecuado de aguas residuales, normativas e infraestructuras urbanas desorganizadas, y un sistema de captación y alcantarillado deficiente.
Hoy en día, no tenemos un río en Quito; tenemos una superalcantarilla y vertedero que afecta gravemente al sistema biótico: la red de relaciones entre organismos vivos (incluidos nosotros) que debería ser protegida bajo nuestro marco jurídico. No se trata de utilizar la naturaleza de forma egoísta, sino desde una perspectiva biocéntrica que reconozca al río Machángara como un sistema biológico con una identidad singular protegida.
Creo firmemente que podemos mejorar de manera incremental la calidad de vida de todos los que habitamos la capital ecuatoriana mediante la revitalización de su sistema hídrico. Después de todo, nuestra existencia aquí se debe en gran medida a este río. Es responsabilidad del Municipio de Quito tomar medidas urgentes para protegerlo. Muchas de estas acciones serán complejas y pueden no ser populares entre los habitantes de la ciudad, pero estamos hablando de nuestra supervivencia colectiva, no de intereses particulares de unos pocos. Confío en que las autoridades utilizarán esta sentencia reciente como una herramienta eficaz para la formulación de políticas públicas que protejan nuestro entorno natural.
En "The River", Bruce Springsteen nos habla melancólicamente de sueños perdidos y luchas diarias de la clase trabajadora, utilizando el río como metáfora de la vida con sus altibajos, cambios y su flujo hacia adelante. Lamentablemente, los quiteños carecemos de un espacio donde el poder del agua pueda reflejarse en nuestra propia vida y destino.
Hemos perdido esa conexión con el río, pero aún podemos recuperar este espacio muerto. Sé que es difícil, pero no veo causa más crucial a mediano y largo plazo para los quiteños que esta. Confío en que, con la colaboración activa de la ciudadanía, el municipio pueda crear las condiciones necesarias para que un día, volvamos al río.