Ecuador no es un buen país para conversar. Somos una tierra donde los tibios son escupidos a una moledora de carne, y todos nos vendemos como seres de unas convicciones incalculables. Somos incapaces de asumir la verdad o algo de justicia en las palabras o los actos del contrario. A todos consideramos enemigos. Mancillamos el honor y la honra de quien nos cae mal con una habilidad pasmosa y hacemos imposible cualquier ejercicio de reconciliación.
En el caso de la relación entre el gobierno (el actual y el que viene) y las dirigencias indígenas, hay que diferenciar una lógica básica de negociación. Estamos en un lugar de posiciones ideológicas inflexibles que bloquean cualquier oportunidad de diálogo, cuando el traslado más importante debería ser hacia uno de intereses comunes y compartidos.
Los dos últimos paros nacionales en 2019 y 2022 generaron un dolor nacional que aún no se puede sanar, no solo por la sangre derramada, sino también por la polarización exacerbada que provoca y, lo más importante, la solución de los problemas gravísimos de desigualdad, falta de políticas públicas y de apoyo decidido a los espacios rurales. Al cerrar toda puerta a conversar, lo que sucede es que la posibilidad de una salida concertada se ve afectada.
En este sentido, un nuevo pliego de peticiones por parte de la CONAIE debe entenderse también dentro de una serie de perspectivas: ¿qué ha hecho el gobierno para impulsar políticas públicas y honrar esos acuerdos? ¿Esto se manifiesta en alguna rendición de cuentas objetiva y medible? ¿Se garantiza una construcción de apoyo entre todos los estamentos involucrados en el conflicto para poner apoyos mínimos para impulsar los grandes temas nacionales? Pues no. Y por otro lado, ¿no tenemos otro mecanismo que no sea la hostilidad para presionar por nuestros derechos? ¿Por qué la calle termina siendo el único espacio donde la sociedad puede ser escuchada?
Todo se reduce a la existencia de una institucionalidad que pueda garantizar niveles de diálogo entre todos los actores sociales. Y ahí surge el problema. Para crear institucionalidad, hay que conversar. Para conversar, hay que tener institucionalidad. Y todo eso nace desde que alguien sea capaz de salir de su lugar de superioridad moral y escuche al otro como un igual, en derechos y dignidad.
Eso de dialogar, de verdad, con aceptación y reconciliación, debería ser una prioridad del nuevo Gobierno que empezaría, si todo resulta bien, a finales de noviembre. Este tiempo sería bueno para que el nuevo presidente sea capaz de hablar transparentemente con todos los estamentos de esta sociedad complicada y cambiante que es la ecuatoriana. Probablemente a nadie le guste que un presidente converse con todos. Eso lo hace parecer tibio y, como saben, eso al parecer da resquemor.
Creo que un serio diálogo nacional, en el que todo el mundo llegue con sus necesidades auténticas, fuera de las alucinaciones ideológicas y las intrigas de una clase política infecta, ya no es solamente una necesidad democrática, sino puede volverse una necesidad de supervivencia. Frente a una fractura generacional y crisis combinadas, que todos nos pongamos de acuerdo puede ser la llave para las soluciones que necesitamos. Y los Strokes ya te hablan de las consecuencias. El carismático e impredecible Julian Casablancas, para unos salvó el rock indie de su marasmo de principios de los años 2000, y otros lo ponen como poco menos que un charlatán, que repite las fórmulas de poeta maldito tan efectistas desde Oscar Wilde hasta Jim Morrison, pero lo consiguen a través de varios álbumes muy sólidos, giras mundiales y una muy fiel y ruidosa base de fans, que combinan su sonido crudo con una profunda sensibilidad pop.
En el cuarto sencillo de su álbum "The New Abnormal", "The Adults Are Talking", ponen una relación clara de las consecuencias de que comiences a conversar con quien era otrora tu enemigo: “Dilo después de mí, nos culparán, nos crucificarán y nos avergonzarán, no podemos evitarlo si somos un problema, estamos tratando de llamar tu atención”. Si no cedemos un poquito, nada podrá funcionar.
La hostilidad y la falta de diálogo solo han perpetuado divisiones y desencadenado crisis nacionales. En lugar de aferrarnos a posiciones ideológicas inamovibles, debemos buscar puntos en común y trabajar juntos en la construcción de un país más inclusivo y equitativo. En este nuevo período que se avecina, el Gobierno tiene la oportunidad de liderar un diálogo transparente y sincero con la sociedad ecuatoriana, sin temor a parecer "tibio". pero ello exige que esté dispuesto a escuchar al otro con humildad y respeto, reconociendo los derechos y la dignidad de todos. Como dice The Strokes el futuro dependerá de nuestra capacidad para superar diferencias y trabajar juntos. Veamos como va eso. Crean en el rock and roll. Nos leemos pronto.