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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: sobre los Estados de Bienestar

29 de septiembre de 2023

La frenética carrera electoral a alta velocidad que nos llevará a la elección de un nuevo presidente o presidenta en octubre subyace en la discusión sobre el tamaño del Estado y sus responsabilidades como proveedor de servicios. Todos hemos visto videos que presentan las opiniones de los candidatos y sus vicepresidenciales sobre este tema. Esto no es casualidad; es un reflejo de la lógica generalizada en Occidente. Después de años de pandemia, se ha vuelto imperativo definir qué parte de las estructuras que mantienen en funcionamiento a una sociedad deben ser responsabilidad del Estado y cuáles pueden ser llevadas a cabo por la iniciativa privada, ya sea a través de su estímulo o de la liberalización del mercado.

Aquí reside la esencia del asunto. En un país polarizado por extremistas, "lo público" a menudo se percibe como sinónimo de ineficiencia, mientras que "lo privado" se interpreta como desregulación y abuso. En lugar de un diálogo constructivo, encontramos bandos enfrentados que rechazan la existencia del otro pero, al mismo tiempo, desean conquistarlo, ya sea en puestos de decisión política o en el mercado. Nos resulta difícil comprender el bienestar del otro y vivimos en nuestras pequeñas burbujas ideológicas de izquierda o derecha.

Trataré de mantener la coherencia y ofrecer una opinión equilibrada. El Estado ejerce control sobre áreas que no debería, pero tampoco puede alejarse completamente del ámbito social. Hay derechos que deben ser garantizados para asegurar condiciones equitativas. No es lo mismo tener una educación básica limitada por el dinero que garantizar una educación de calidad para todos, independientemente de su origen. No es lo mismo desregular el mercado en aras de la eficiencia que dejar espacios para prevenir, por ejemplo, la desnutrición y la falta de acceso a vacunas. Todo se basa en un equilibrio lógico. Cualquier extremismo o anulación genera descontrol y violación de derechos.

En este contexto, los candidatos deben ser conscientes de que su desacuerdo ideológico no se trata de ataques personales, ya que el país está cansado de esa telenovela estéril. Más bien, se trata de cómo lograr que los miles de millones de presupuesto, provenientes del petróleo y los impuestos, se traduzcan en soluciones para los problemas públicos más graves. La efectividad de esas soluciones depende de múltiples factores, incluyendo la voluntad política, el presupuesto disponible, una planificación adecuada y operaciones eficientes basadas en una rendición de cuentas sólida.

La gran pregunta es si todo esto es posible en un período de 16 meses, o si veremos a las mismas personas en la contienda electoral de 2025. Sinceramente, no sé qué decir al respecto. Al menos, esperaría respuestas claras sobre cuánto bienestar se puede lograr en ese tiempo. Sin duda, será un desafío complejo y, para algunos, puede parecer como un mercado de ofertas poco convincentes.

A The Who, también les desconcertaba la situación. A pesar de no ser una banda política, tenían la capacidad de abordar problemas políticos como cuestiones universales. Su canción "Won't Get Fooled Again", lanzada en 1971 como parte de su álbum "Who's Next", transmite este mensaje de manera impactante: "No hay nada en las calles / Que parezca diferente para mí / Y los lemas son reemplazados, adiós... Conoce al nuevo jefe / Igual que el viejo jefe". La introducción con sintetizador, la guitarra de Pete Townshend, la enérgica batería de Keith Moon y la apasionada voz de Roger Daltrey contribuyen al sonido explosivo y emblemático de la canción. Lo interesante es que refleja nuestra propia experiencia: somos una generación insatisfecha con cualquier visión política, desconfiamos de cualquier forma de autoridad y, al mismo tiempo, anhelamos seguridad en un mundo complejo y cambiante. Además, tenemos miedo al cambio

En octubre, nuestro país se enfrentará a la elección de un nuevo líder en Carondelet, y la clave para avanzar radicará en encontrar el equilibrio adecuado entre lo público y lo privado. Esta búsqueda de equidad y eficiencia no solo debe ser una novedad, sino también un antídoto contra el escepticismo generalizado. Debemos trabajar para reconstruir la confianza en que nuestro país puede ser viable y próspero. No hay soluciones universales ni fórmulas mágicas. Debemos entender que la democracia requiere de la coexistencia y la colaboración entre el Estado y la iniciativa privada. La falta de fe en cualquiera de estos pilares puede socavar los cimientos mismos de nuestra democracia.

Que no nos hagan el tonto. Votemos pensando en el mejor equilibro. Creamos en el rock and roll. Nos leemos pronto

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