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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: Miles de días en el vértice suicida

19 de agosto de 2022

La semana anterior nos llegó una noticia que retrata de manera patente nuestro zeitgeist nacional. Me descargué el Informe Gallup de Emociones, que anualmente hace un curioso esfuerzo estadístico de medir las experiencias negativas y positivas de los humanos y capturar elementos respecto a los miedos y esperanzas de los países, revela algo de nuestro rincón del mundo montado a lomos de la línea imaginaria: desgraciadamente somos una de las naciones más tristes del planeta.

De acuerdo al informe, los ecuatoriano hemos tenido más experiencias negativas el último año, solo superados por países en guerra fratricida y eterna, como Afganistán, países con conflictos internos y violentos como Líbano, Irak o Sierra Leona. Y, ¿saben qué? Tienen toda la razón. La preocupación, el estrés y  la tristeza campean las calles y se sientan a comer en nuestras mesas familiares. Se agazapan en los cuartos de los adolescentes y mancillan las relaciones de pareja. No recuerdo un momento tan bajo a nivel del elemento anímico nacional. Lidiamos a más del COVID con una pandemia adicional: la de la soledad y la salud mental. Tener personas cerca en tu vida no significa que tengas amigos o confidentes. Muchos ecuatorianos (inclusive algunos que son muy cercanos a nosotros) no tienen alguien con quien hablar de sus emociones, y eso nos está afectando.

Además, está el factor económico. Acceder a servicios de asesoría y terapia siempre serán una ventaja de quien pueden usar el sistema privado, dado nuestro destartalado y precario sistema público. La tasa de suicidios se ha disparado en Ecuador, al punto de que en algunos puentes quiteños hay unidades de salud y mensajes de disuasión. Las consultas psicológicas están saturadas. Eso repercute en nuestra productividad: las personas que son miserables en el trabajo son más propensas a experimentar emociones negativas. Finalmente, eso aumenta la violencia y la inseguridad ciudadana. Un país que se está volviendo loco tendrá indefectiblemente a los ciudadanos cogiéndose del cogote y respondiendo con fuerza física extrema a cualquier situación tensa. En pocas, nuestra sociedad es una coctel molotov esperando a ser encendido.  

Todo esto implica un ejercicio de comprensión de lo que somos. Ecuador ha tenido un error de hipótesis falsa, basada un bulo de un país de gente amable y buena, que simplemente ha sido víctima de una clase política que históricamente nos mancilla. Nada más lejos de la realidad. Para que haya autores materiales, se necesitan intelectuales. Nosotros somo también parte del problema. Somos racistas, misóginos, corruptos, violentos y venales. Tenemos un problema estructural de no asumir nuestra responsabilidad compartida, falta de culpa, y quemeimportismo de la vida ajena, signos manifiestos de psicopatía. Perdonamos a nuestros maltratadores, porque “a pesar de que robaron hicieron obra”, lo que muestra nuestro síndrome de Estocolmo. Y al final del día, usamos la violencia contra los más débiles, marginalizándolos aún más. Como entenderán, la cosa no pinta nada bien.

Explicar el abismo emocional de un país es difícil de explicar en una canción, pero el rock and roll todo lo puede. Y Sal y Mileto ha retratado el Ecuador sin tener que mostrar una cara amable o vender una serie de lugares comunes. Con un sonido afilado como navaja a medio camino entre el metal, el jazz y el hardcore, y todo lo que le puedas poner en la mezcla, tienen el don de auténticos músicos, el de desconcertar, emocionar y enojar. Porque tienen razón en lo que dicen… y eso duele. En Miles de días en el vértice suicida, una canción del año 1999 (hay una excelente grabación de 2020 en You Tube, se las recomiendo) , hay un par de frases que recogen esta preocupante tristeza nacional: “Cuando tienes encerrado al infinito en la mente/ Hace miles de días.../ Todos te gritan por dentro.../ Cuando la soledad te deja en manos del exceso/ Gritas por dentro”. Eso en con un muro de sonido que te desintegra la pupila. Y te deja pensando. Vamos muchos días lidiando con la autodestrucción nacional. Y ni al Poder, ni a nosotros nos importa. Estamos disfrutando mucho estos últimos doscientos años de masoquismo nacional.

La estabilidad mental y emocional colectiva es una garantía de prosperidad económica y social. Y eso pasa por garantizar libertad frente al miedo, como dicen los entendidos sobre seguridad humana. Si no logras generar contenidos para que la violencia desbocada que está en el corazón de cada uno de los ecuatorianos se controle y apacigüe, no importarán los números macroeconómicos o las políticas sociales; estaremos jugando una ruleta rusa con todas las balas en la recámara a diario.

Escuchen a Mileto. La banda de los hornos se metió en un lugar que pocos músicos del Ecuador han sido capaces de llegar. Cuiden su salud mental. Exijan a sus candidatos que hablen del tema. Y crean en el rock and roll. Nos vemos en quince días.

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