Ya fue el fin de todo. Los esfuerzos de grandes maquinarias electorales para convencerte que te levantes de tu cama, vayas obligado a coger unos trozos de papel y poner una rayita para que el termine en un puesto público se vieron culminados. En algunos sitios de la ciudad hubo discursos de paz, unidad y trabajo, tal y como los hemos escuchado ad nauseam en esta vida democrática. En otros, tuvimos unos pocos leales y un candidato abatido, diciendo que “este es el principio del camino” y que estará “expectante” de las acciones del ganador.
Simplemente veremos otro capítulo de nuestra alocada vida política. Y hasta ahora nada está cambiando. Seguimos hundiéndonos en un escenario que los expertos llaman de policrisis: un escenario catastrófico en el que las crisis en múltiples sistemas de sobrevivencia se enredan causalmente de maneras que degradan significativamente las perspectivas de sobrevivencia de un grupo humano. Estas crisis que interactúan unas con otras producen daños mayores que la suma de los que las crisis producirían de forma aislada, si sus sistemas anfitriones no estuvieran tan profundamente interconectados.
En ese sentido la ceguera política no entiende las sutiles conexiones entre obra pública, seguridad, calidad de vida e igualdad en Ecuador; todo se mira como departamentos estancos. La gestión de la política no se trata de inaugurar sitios y actuar como hace cincuenta años, sino pensar en términos del riesgo sistémico y de las interacciones entre salud, seguridad, economía y derechos. La pandemia generó pobreza, y esta mucha desigualdad, aislamiento y alienación social, y con eso economías ilegales al alza. La alienación social, genera violencia intrafamiliar y la falta de políticas públicas, impunidad. Comprender las interconexiones entre los riesgos de gobernanza, incluida la creación de conciencia sobre las interdependencias y los circuitos de retroalimentación, y qué agrupaciones de riesgo presentan las mayores amenazas, es la parte clave para mejorar la evaluación de riesgos y discutir posibles soluciones.
En este contexto de incertidumbre se maneja la democracia, que es entendida como una eterna esperanza. ¿De qué? No sabemos. Yo quisiera pensar que más allá de cuentas de Tik Tok y debates bastante mediocres, nuestros nuevos alcaldes, prefectos, concejales y miembros de juntas parroquiales tienen buenas intenciones, deseos de cohesión social y ganas de salir adelante como comunidad. Pero soy ecuatoriano y estoy preparado para el peor escenario: la normalidad del inmovilismo y el maltrato al ciudadano. Veremos qué sucede.
En este momento de oscuridad, a pesar del cielo azul profundo de Quito, hay pocas cosas que a uno le pongan optimista en esta pesadilla hobbesiana vuelta país. Sleep Token, un enigmático colectivo anónimo inglés, ha sido uno de esos remansos de paz. Es el mejor descubrimiento musical desde hace mucho tiempo. Es pop/doom metal/death progresivo en forma de una guía para la liberación y el crecimiento y las emociones que pueden desarrollarse a través de la experiencia humana. Lo que me encanta de ellos es que puedes abordar cada nueva canción sin ideas preconcebidas sobre lo que escucharás. Cuanto más abierta sea su mente, más los amará. Desde funk, a balada a una descarga bestial de batería, todo junto. Música para que no dejes de sentir, sino para obligarte a sentir. En The Summoning (se su próximo disco Take Me Back to Eden), algo resuena muy potente: Cuando nos hicieron, no fue casualidad. Estábamos enredados como ramas en una inundación. Conectados vivimos, y todo tiene consecuencias.
Ya tenemos nuevas autoridades. ¿Serán capaces de ver que todo está conectado, o creerán en su ceguera e indolencia que deben enfrentarse al mundo más peligroso jamás hecho? Eso lo veremos desde el lunes. Mientras tanto, crean en el rock and roll. Al menos esto sabemos que no nos va a fallar. Nos vemos en quince días, si Ecuador quiere.