El bardo inmortal, Shakespeare dijo el primer acto, segunda escena de Julio César que “¡La culpa, querido Brutus, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos que consentimos en ser inferiores!”. Y esto se refleja en las últimas semanas en el país de la canela.
Cuando escribo estas líneas no tengo la mínima idea del destino de las altas dignidades del país. No se si su puesto está amenazado o no, y si tras finta sobre finta en una tenebrosa danza de intrigas, hay algún desenlace bueno o malo, que seguramente será del color de quien lo pinte. Lo que si está claro es que la crisis continúa.
Ecuador está mal. Nosotros estamos mal. Y los lazos de gobernanza se deben construir mediante algo más que opciones mesiánicas. No importa si cambiamos dos otres o mil veces a los actores políticos, o si es por algún milagro, toda la clase política ecuatoriana se reemplaza por ángeles. Nosotros somos los votantes. Nosotros tomamos las decisiones a través del voto. Somos los únicos responsables de tomar decisiones fundamentales. Eso nos da una posibilidad de tomar decisiones, o apagar la luz e irnos lejos.
En ese sentido, parece que desde 1830, Ecuador es un mal precedente de la democracia. Cierto es que adivinar que va a suceder en el futuro, es darse contra las paredes. Pero dentro de las especulaciones, hay unas que son mejores que otras. Una de ellas es que seguimos igual. La delincuencia campea, la violencia ciudadana sigue. Y no es que toda la clase política actúa como el enemigo en medio de la calle. Ellos sólo son un reflejo de la sociedad desgraciada que tenemos.
La desgracia nos acompaña por nuestra decisión comunal de no ser capaces de vivir un acuerdo en común. Nos queda perfecto este perfecto proverbio afgano: “Yo y mi país contra el mundo. Yo y mi tribu contra mi país. Yo y mi hermano contra mi tribu. Y yo contra mi hermano”. ¿Qué es lo que tenemos que hacer desde Carondelet hasta la tienda de la esquina para salir de este entuerto?
Esto empieza para construir lazos entre nosotros. Lazos como dar el espacio en la cola del mercado. Como respetar el paso cebra. Respetar el recuerdo de quienes murieron creyendo que estas tierras áridas de sueños viables. Seguir poniendo todo de parte, a pesar de que nos acabe esta fatiga de combate hecha República.
No importa de verdad quien está arriba, si los que los elegimos practicamos las mismas triquiñuelas en situaciones inferiores. El camino para salir de ese atolladero es cuesta arriba. Y solo implica unirnos a favor de la causa de vivir en paz. De vivir sin miedo. De esas cosas que parecen un privilegio, como tener salud de calidad y comer tres veces al día.
Muse es muy claro respecto al tema. Creo que es la única banda del rock and roll más de estadios que habla de estas historias actuales: política, tecnología, algoritmos, pseudociencia. Matt Bellamy es su cantante y compositor, es el héroe de la guitarra menos observado del Siglo XXI, capaz de hacer desde distorsiones que te pulverizan la retina y de solos que no hacen más que conmoverse. En Time is Running Out , de su LP Absolution (2003 Taste Media), lo dice claramente. En un ritmo de Funky , dice que el tiempo se acaba y que el momento de decisiones llega. Que el Destino (así con mayúsculas), está a la vuelta de la esquina, y que nuestras acciones son nuestras únicas responsables.
No importa cuándo lean esto. Crean en este país. No tenemos otro. Cuídenlo. Crean en el rock and roll. Nos vemos (si Ecuador quiere) en quince días.