El país enfrenta una violencia extrema. Hay gobiernos de todos los niveles llamando a la calma en ruedas de prensa. Los candidatos presidenciales intentan demostrar quién tiene la idea más punitiva para resolver problemas de seguridad. La población civil se encuentra atemorizada. Pero al mismo tiempo, en las redes sociales se muestra un "Ecuador premium": gente en balnearios disfrutando de la vida y haciendo como si no sucediera nada, en medio de una vacación eterna de fiestas, juventud, comida deliciosa, frases motivadoras y gimnasio.
Ecuador es curioso, capaz de generar cámaras de eco y burbujas de horror y prosperidad que dificultan la construcción de un proyecto nacional. Navegamos entre nuestras contradicciones a cuatro semanas de las elecciones más dramáticas e importantes de nuestra historia. En el medio, la libertad individual, la inteligencia artificial y la ética tecnológica se entrelazan con falta de alcantarillado, desnutrición y control del espacio público.
Es un contexto donde el acceso a internet es tan importante como la recogida de basura. Los virus, malwares y softwares de rastreo son tan relevantes como la calidad de la democracia y el ascenso de los extremismos. Ningún tema es banal y todos son importantes. Vivimos acelerados, en camino a singularidades tecnológicas, sociales, ecológicas y del marco de convivencia total.
Así de importantes y complejos son estos tiempos. Alta tecnología, mezcla de culturas, normalización de la violencia y la promesa eterna de un mundo mejor. La escalera social ahora tiene nuevos elementos para analizar. En el fondo, todos somos un grupo de inadaptados que no tenemos un lugar donde permanecer, y que seremos recordados no por cómo vivimos, sino por cómo abandonamos este mundo.
Desgraciadamente, no solo es en Ecuador, sino que sucede en todo el mundo. Corporaciones globales tienen el control del poder blando. Incluso hemos tenido la rebelión de una empresa militar privada contra el gobierno ruso. Los chismes de celebridades son parte de la autoidentificación de las pequeñas hogueras emocionales de usuarios de Instagram. Los grupos de WhatsApp intercambian desde fotos tiernas hasta información de inteligencia. La realidad es ciberpunk: un género literario, estético y musical, que habla exactamente de nuestros tiempos: megaciudades decadentes, alta tecnología, cibernética e inteligencia artificial se unen a la desigualdad social, la alienación, la manipulación corporativa y la pérdida de privacidad en un mundo hiperconectado.
En medio de toda distopía, aún tengo algo de inocencia y esperanza. Espero que nos recuerden a quienes vivimos estos tiempos impredecibles como personas que buscamos mantenernos en el buen lado del camino, que hicimos amigos honestos, que ganamos y perdimos seres amados, y que logramos trascender en un país que trató de tragarnos y masticarnos. Sobrevivimos a esta cruel adversidad de un callejón sin salida llamado Ecuador, que se alimenta de los corazones de las personas destruidas y pisoteadas por una sociedad hostil, que maldice a aquellos pobres diablos con sueños y nadie puede escapar.
Todo esto lo pensaba en esta semana mientras veía "Cyberpunk: Edgerunners", una serie de animación apasionante en 10 capítulos donde David Martínez, un muchacho con ganas de triunfar, brilla y se incendia en Night City, una ciudad que maltrata y oprime. Es la historia que vivimos muchos, la del Hombre o la Mujer contra el Contexto. La lucha por Ser. La lucha por Estar, que ahora es la más importante de todas. La serie me resuena muchísimo; una sólida y brillante parábola sobre personas que vivimos arrebatados por la realidad, pero que hay posibilidades de redención en las personas y las cosas. Y la escena final de la serie tiene una canción que sigue: "I really want to stay at your house" de Rosie Walton y Hallie Coggins: "Entonces, ¿qué quieres hacer? ¿Cuál es tu punto de vista?... Y espero que esto funcione".
La tecnología avanza vertiginosamente, entrelazando libertades y vulnerabilidades. La lucha por la identidad y la supervivencia se une a una búsqueda constante de sentido. Sin embargo, aún persiste la esperanza. En medio de la adversidad, nos recordarán por la forma en que enfrentamos la hostilidad, buscamos la cohesión y perseveramos. La construcción de un futuro conjunto es un viaje complejo y desafiante, donde la deconstrucción de lo establecido es el punto de partida hacia la transformación.
El camino para todos nosotros va a ser largo y difícil, pero como en todo viaje del héroe, nos toca deconstruirnos. Juntos, podemos mantener un sano compromiso vivo. En este cruce de realidades cibernéticas y anhelos humanos, la clave está en la unidad, el compromiso y el impulso hacia un mundo más justo y esperanzador. Así, mientras la canción sigue resonando, forjamos nuestro propio destino con la firme convicción de que podemos superar incluso los más oscuros obstáculos, abrazando la fortaleza que emerge de nuestras diferencias y encaminándonos hacia un futuro que desafía la distopía con la fuerza de la unidad y la esperanza compartida.
Así la distopía hasta se pone agradable. Crean en el rock and roll. Les escribiré pronto.