Hay pocas tradiciones históricas más importantes que la de los franceses que se molestan por algo y salen a marchar. De hecho, está en las tres primeras líneas de La Marsellesa: "¡Vamos, hijos de la Patria, ha llegado el día de gloria! ¡Contra nosotros la tiranía!" Y no se puede negar que, a nivel simbólico, cuando sucede algo en Francia, el mundo observa. Como una piedra lanzada en un estanque, los grandes acontecimientos allí se extienden por gran parte de Occidente.
Y esta vez, no es nada bueno. Después de la muerte (aún no se tienen datos claros sobre las circunstancias) de un adolescente de 17 años en un incidente con la policía, surgieron una serie de problemas que fracturan a la sociedad: la inclusión, la dinámica entre personas de diferentes orígenes en el marco de la convivencia pacífica, la identidad nacional y qué hacer con aquellos que no se sienten parte o no se incluyen en el proyecto nacional.
Las protestas han sido extremas y han acorralado al gobierno de Macron, poniendo en riesgo su papel como líder europeo debido a la dinámica de información cruzada. Los extremismos nacionalistas se regocijan, ya que cada video confirma las ideas de una única nacionalidad indiscutible. Los violentos se encuentran en su elemento, ya que cualquier exceso se justifica. Los enemigos de una vida de concordia intercultural en los cuatro rincones del mundo se alegran: la manera más fácil de combatir un mundo diverso es aplastar a cualquiera que no se ajuste al patrón establecido.
Como pueden ver, queridos lectores, el drama está presente. La apertura al humanismo y a la trascendencia, junto con la incapacidad de aceptar las tensiones sociales, demuestran otra explosión social fuertemente violenta. Esto está sucediendo en todo el mundo y, más allá de nuestras preferencias y aversiones, debemos centrarnos en buscar soluciones en lugar de seguir rompiéndonos la cabeza. A Francia le costará mucho recuperarse, pero creo que podemos ver en este ejemplo cosas que no debemos cometer.
Y eso en Ecuador, se refleja en nuestra condición conflictiva. La idea de que la lucha es entre "buenos vs. malos", donde mi jerga, mi proyecto político, mi color de piel y mi visión del mundo son los "buenos", debería ser la hipótesis explicativa de nuestra historia. Solo se necesita una chispa para que eso se traduzca en la siguiente idea: "ya que somos los buenos, hay que hacer algo contra los malos". Y en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en "el mal debe ser eliminado, y ya que esas personas son malas, debemos hacerlo, ¿no?".
Y así ha sido desde 1830. Al igual que Francia en este momento, debemos lidiar con un período complejo lleno de desafíos en cuanto a nuestra propia interculturalidad. Asumir el compromiso de una serie de personas que se reconocen como diferentes en el marco de una gran unión nacionalimplica una continua transformación. Seamos sinceros: el statu quo no satisface ni la vida ni la supervivencia, y tampoco nos brinda la oportunidad de encontrarnos con aquellos que son diferentes. Mantener una lógica social profundamente desigual solo nos llevará a más dolor.
¿Cómo responder a las fracturas de una sociedad profundamente dividida, como la nuestra? Creo que podemos explicarlo con una vieja canción francesa, "La mauvaise réputation" del cantante francés Georges Brassens, lanzada originalmente en 1952. Brassens es uno de los cantautores más influyentes de la música francesa. A lo largo de su carrera, que abarcó desde la década de 1950 hasta la de 1970, compuso y grabó numerosas canciones con letras perspicaces y poéticas. Sus canciones a menudo trataban temas sociales y políticos, y su estilo único combinaba la sátira, el humor y la melancolía. En 1984, José María Sanz Beltrán, conocido como Loquillo, hizo un maravilloso cover de esta canción, que muestra exactamente lo que su autor pretendía: burlarnos de las normas sociales que separan a las personas por convenciones, prejuicios y la hipocresía de la sociedad. Respetar la ley también es importante, así como respetar al otro, porque todos somos únicos y dignos.
Lamentablemente, Loquillo tiene razón: "Yo no pienso, pues, hacer ningún daño, queriendo vivir fuera del rebaño". Salir de nuestro rebaño y abrazar la causa ecuatoriana como propia es ahora el mayor acto de rebelión. Eso es lo que significa el rock and roll. Cuídense mucho y nos vemos en quince días.