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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: 8 de marzo

11 de marzo de 2023

Escribo estas líneas dos semanas antes de un ocho de marzo que puede ser más tormentoso de lo que se puede suponer ahora. El Día Internacional de la Mujer coincide con conflictos y cansancio social que solo pueden ser solucionados con políticas públicas eficientes. Eso debe entenderse en relación a aquellos más vulnerables, especialmente “aquellas”.  Porque el país no tendrá futuro si no se entiende como feminista. Ecuador debe ser feminista o no será. Y eso debería ser una verdad del tamaño de una catedral, pero perdemos el tiempo en nuestras especificidades y en los discursos de aquellos que nos quieren enfrentados y separados.

Pero para unirnos, como frente a las adicciones, debemos asumir el problema: Ecuador odia a la mujeres. Y las mata. Y las empobrece. Y tiene estructuras legales y sociales que impiden una integración tanto en la vida económica como en la representación política. Del 1 de enero al 31 de diciembre de 2022, Fundación Aldea que ha decidido hacer una geografía de la violencia civil registró 332 casos de muertes violentas de mujeres por razones de género.

Cada 26 horas ocurrió un feminicidio. Este número ofende.

En esta sociedad partida en girones, con liderazgos hechos de estopa y la violencia al mando de la sala de máquinas, las mujeres son el eslabón que sufre más en la cadena. Y estas reacciones cavernarias en Ecuador chocan con el muro de impunidad del sistema judicial. La violencia casi nunca se denuncia, y pocas veces se resuelve.

Además, el discurso social está cayendo en una peligrosa deriva confrontacional entre extremos. Entre 'progres' y fachos, cada uno de nosotros nos subimos en un banquito de la superioridad intelectual, lleno de asimetrías de poder aprehendidas gracias a una sociedad herida, mientras nuestras madres, hermanas, tías o abuelas, viven en un entorno en donde un campo minado es un rosedal.

¿Cómo sobrevivimos a este desastre? Yo quiero bajarme de la superioridad moral: solo soy un donnadie que escribe una página web. No tengo poder ni capital social. Yo solo no puedo hacer un cambio. Pero pienso en mi abuela, costurera de Machachi, en mi bisabuela Tita, que construyó una familia. En mi madre que dejó cuarenta años en hospitales. En mi hermana, mis alumnas o mis amigas. Y veo al Ecuador, y sé que la posibilidad de que la Patria sea la asesina es una realidad. Y eso, al menos a mí, me moviliza.

Existen dos caminos. El primero es un cliché, que es el de la educación. Las diferencias entre personas son reales y deben ser entendidas con una educación desprejuiciada, sin telarañas en la cabeza de diseñadores y docentes, y que frente a este mundo ancho y ajeno, nuestras contradicciones nos hagan crecer. La segunda es un acuerdo nacional claro: con la violencia contra las mujeres no se negocia ni se discute. Se usan los canales del pluralismo y el Estado de Derecho. Esa es la magia de la democracia: protege hasta a sus enemigos. Porque hay que ser claro: el machismo es el enemigo más peligroso de la democracia, porque está metida en el seno de sus ciudadanos.

Esto se debe leer con rabia contenida. Y eso lo hace Poppy muy bien. Moriah Rose Pereira decide ser un día un androide, otro una diosa ignota y a veces una agitadora. Y todo eso lo hace muy bien. Esa furia está marcada una electrónica atmosférica y voces azucaradas que apoyan sus letras violentas y perturbadoras. Yo la amo y espero que ustedes la amen también. En “I Desagree” (2021), algo muy feo a pesar de los tonos pop corre debajo de la canción. Con la forma en que continúas presionándome / /  Con la forma en que no me complaces / No estoy de acuerdo / Todo va como debe ser?/ No estoy de acuerdo.

Esperemos que ustedes lean esto en un sábado normal. Ecuador no nos deja eso y peor a las mujeres que viven en esta alocada tierra. A ellas, feliz 8 de marzo. Nos vemos en 15 días.

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