No sé si ustedes han preguntado a su gente más cercana si “están bien”. En estas semanas de competición psicopática del poder político y patria, la construcción es espacios de civilidad y democracia se está convirtiendo en una experiencia completamente angustiante. Nuestros índices de cosas como la esperanza y la solidaridad se han vuelto una distopía del hombre como nuestro depredador principal.
Y eso, en el fondo, eso es lo que nos hace desgraciadamente ecuatorianos. La nacionalidad la tenemos como una cruz. El éxito para los padres de esta tierra es que sus hijos se vayan. Llegar al trabajo es una lucha entre el tráfico, los otros hijos de vecinos, y el crimen.
Para mí, esto no es un espectáculo o un ejercicio de laboratorio para politólogos. Para mi muestra que estamos fallando todos y que ninguno de los involucrados es inocente. Todos actúan por poder, pero no interés en el ciudadano. Somos una población violentada y violenta. deprimida y deprimente. Somos humanos. Hemos fallado. Les fallamos a nuestro país y nuestros hijos. Pero algo debemos hacer.
Creo que el primer lugar es el cambio de las reglas del juego. Hay cosas que están superior a la norma jurídica, a la cultura o al clima social medible. Por ejemplo, esas que controlan el ajedrez. El movimiento de peones, afiles y caballos es una lógica infalible, que combinan la cultura, la matemática y la psicología. Las Reglas no fallan. Las reglas se entienden y funcionan. Las reglas no se obedecen por miedo, se obedecen porque hacen la vida mejor.
Y nuestras reglas están corrompidas. Les pongo un par de situaciones. La primera: a los políticos no les importamos. Les importan tus votos. Ahí está el truco, y el reto de la ciudadanía en la elección. Una sociedad que ha parido al crimen organizado y nuestra clase política no puede calificarse de estable y funcional. Implica mirarnos de arriba abajo y asumir nuestras falencias. Salir de nuestra adicción violentar y violentarnos, deprimirse y deprimir.
A pesar del campo de batalla con himno nacional que es Ecuador, y sus ingredientes feos la corrupción y la falta de oportunidades, la ciudadanía activa y comprometida puede marcar la diferencia. Hay que romper la regla de juego y redactarla de nuevo, más o menos así: A los políticos los presionamos, porque son nuestros empleados. Presionar a los políticos para que respondan a las demandas ciudadanas. La ciudadanía debe involucrarse activamente en el seguimiento y fiscalización de la gestión pública, exigiendo transparencia y rendición de cuentas, es positivo. Debemos hacerles entender que trabajan con tu dinero. No te están haciendo un favor. Están trabajando para ti. Eso nomás.
Y el azar debe ser parte. Debe construirse algo mejor. Eso sólo puede nacer de hacer las cosas, y construir nuestra propia suerte. Justo eso dice Rush, los “músicos para músicos”, quienes desde Canadá, han hecho la columna vertebral de nuestro rock progresivo. En "Roll the Bones" lanzada en su álbum de 1991 en el mismo nombre, se proponen una serie de metáforas y frases hechas que sugieren que la vida es un juego de azar y que todos debemos "lanzar los dados" y tomar nuestras posibilidades.
Con la batería de ese genio iluminado que era Neil Peart, nos lo cantan claramente. “el buen trabajo es la clave para la buena fortuna? los ganadores aceptan ese elogio Los perdedores raramente aceptan esa culpa”. Aunque el futuro puede ser incierto y a veces desafiante, debemos seguir adelante y tomar los riesgos necesarios para avanzar y lograr nuestros objetivos. En el caso de Ecuador, esto podría implicar tomar decisiones difíciles y valientes para abordar los problemas sociales, económicos y políticos que enfrenta el país y trabajar juntos para construir un futuro más próspero y sostenible para todos sus ciudadanos. Enfrentar la violencia, la pobreza y la corrupción como una decisión valiente. Rush lo dice claro: “!lanza los dados!”, aceptemos ya de una vez la naturaleza de la vida y la importancia de tomar riesgos y aceptar que no habrá decisiones fáciles.
Si queremos construir algún cambio, no es simplemente una cuestión de buenas intenciones. La vida es un ciclo constante de altibajos y que el tiempo nunca se detiene. A pesar de que no podemos cambiar el pasado de Ecuador, podemos aprender de él y usar esa sabiduría para guiar nuestras decisiones en el futuro.
Creamos en el país. Dejemos su incertidumbre. Debemos pelear. Y salir bien de esta. Si podemos. Y encima de todo, creamos en lo mejor que hemos hecho: en el rock and roll. Nos vemos en quince días.