“Después de escalar una gran colina, uno se encuentra solo con que hay muchas más colinas que escalar”, dijo Nelson Mandela, el último gran libertador de almas del siglo XX, junto con Mahatma Gandhi, quien recibió ese nombre de Rabindranath Tagore, una mezcla de sánscrito e hindi que significa alma grande. El hombre que desafió al imperio británico tenía una consigna: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.
El otro, sin duda, fue Martin Luther King y su potente discurso de ‘Tengo un sueño’: “Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad”.
Mandela, quien junto al pueblo sudafricano también padeció la opresión racial en su propia tierra, exclamó: “Porque ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”. Y tuvo una clave: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.
Un día, la diferencia por el color de la piel será un recuerdo de una época de oprobio de la condición humana.Estos tres seres humanos, al final, optaron por la vía de la no violencia. Mandela, como se sabe, fue acusado en 1964 y condenado a cadena perpetua. Aunque, en ese momento, reconoció que no tuvo más remedio que optar por la vía armada, dejó un mensaje: “La división política, basada en el color, es totalmente artificial y, cuando desaparezca, también lo hará el dominio de un grupo de color sobre otro. El Congreso Nacional Africano (CNA) se ha pasado medio siglo luchando contra el racismo. Cuando triunfe, no cambiará esa política.
Es una lucha de los africanos, movidos por su propio sufrimiento y su propia experiencia. Es una lucha por el derecho a vivir. Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha de los africanos. He luchado contra la dominación de los blancos, y he luchado contra la dominación de los negros. He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.
Un día, la diferencia por el color de la piel será un recuerdo de una época de oprobio de la condición humana. De allí que es importante volver a esos discursos que nos muestran cómo, bajo todo pronóstico, existieron y existen hombres y mujeres, quienes, como Mandela, pueden entregar su vida por lo que creen. Y ese hecho, aunque no lo busquen, los eleva de sus verdugos.