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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

El mar y el horizonte distante

29 de diciembre de 2015

Las olas se esparcen en un movimiento que deja una refulgente sensación de libertad. Hay luz interna y externa que señala la plenitud de la naturaleza. Un paisaje que seduce los ojos sensibles. También una agitada manera de compartir la orilla con el contacto del agua en la simbología de las descargas particulares.

Van y vienen ondas húmedas que acrisolan el misterio de sus adentros. Es la marejada que transcurre ante la fascinación, la alegría y el extasiado sentimiento que invade al hombre en contraposición de sus fragilidades. Desde la arena se atisba la caída de la tarde en un rito poético en donde el sol se exilia en otros confines en medio de sus ardientes rayos sempiternos.

Ante tal asombroso panorama marino proveniente de las costas ecuatorianas, queda la sensación de una mejor valoración de la geografía que rodea nuestra patria. Y de conciencia para su cuidado y adecuada preservación. Con la contemplación de este escenario es oportuno repensar acerca de la valía de una nación de características diversas, que funde raíz desde el enfoque territorial y se fortalece en la multiplicidad de sus etnias y códigos culturales.

Los rasgos de ecuatorianidad tienen su asidero en la interrelación entre mestizos, indígenas y afros. A esto cabe complementar una convivencia proveniente de experiencias migratorias que proyectan una sociedad pluricultural a partir de condiciones históricas específicas (desde un asentamiento soberano determinado), en donde el diálogo debe prevalecer ante cualquier intento secesionista.

A poco de que concluyan los decires y quehaceres de este 2015, es plausible que se repasen los alcances y aspectos pendientes en términos ciudadanos sobre aquellos compromisos colectivos que redunden en favor del país.

Entonces, los anhelos trazados para el futuro inmediato no pueden estar supeditados solo al plano personal, sino que hay que adoptar una actitud solidaria con los otros(as) en un propósito cualitativo de mejoramiento de la existencia comunitaria. Puede sonar trillado, pero debemos despojarnos de ventajas mezquinas, conductas individualistas, intereses corporativos y apreciar el entorno con la noble intención de reducir las desigualdades y las carencias espirituales y materiales.

¿Queremos seguir cohabitando como seres autómatas imbuidos en el Facebook o en el Twitter, en tanto el respeto y la fraternidad se esparcen como anticuadas maneras de recordar las amistades del pasado?

¿Queremos continuar siendo partícipes de este injusto modelo económico -depredador entre semejantes- que provoca mayor riqueza al rico y menos opciones de lucro al pobre?

Hace falta los afectos que no conocen de premeditados beneficios, pero sí de abrazos y sinceridad plena.

Mientras se aproxima 2016, sigo extasiado del mar (cántaro al filo de los días/ rebosante manera/ de agotar los ciclos/ tras los besos de las caracolas/ cálida sinfonía/ ataviada de dolores ajenos), y de aquel horizonte que se observa distante. (O)

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