Los violentos acontecimientos ocurridos en la frontera norte han herido el alma nacional, evidencian nuestra vulnerabilidad y ponen en vilo a la sociedad. Un número creciente de compatriotas sufre las atrocidades de la violencia que se regodea con saña en el territorio. Esto genera miedo que puede paralizar a los ciudadanos y pone al Estado contra las cuerdas. El manejo del temor colectivo se convierte en un reto más para el Gobierno de turno que le exige responder política e institucionalmente con eficiencia.
Ante los ataques a efectivos de nuestras Fuerzas Armadas, la ejecución cobarde de trabajadores de la comunicación, el secuestro de compatriotas, las amenazas de bombas, sentimos cada vez más cerca el riesgo de sufrir agresiones de grupos criminales con los que prácticamente convivimos.
Un deber fundamental del Estado es garantizar la seguridad, justamente un antídoto para el miedo. Es menester, entonces, definir políticas idóneas para recobrar el control del espacio ocupado por fuerzas irregulares, hay que revertir años de abandono de la frontera norte y consolidar un esquema permanente de vigilancia con tecnología de punta.
Otras medidas deben tomarse para fortalecer las instituciones responsables de garantizar la seguridad, así como para lograr un manejo profesional y experimentado de la crisis, por esto habrá que refrescar espacios de autoridad.
Esta problemática es internacional y de largo aliento, merece una respuesta similar, por lo que urge cooperación e intercambio de información con otros Estados. El escenario es tétrico, recordemos que los conflictos de Colombia y México llevan décadas sin ser superados, pese a enormes esfuerzos económicos y logísticos desplegados para ello.
Estas son algunas acciones que, de adoptarse, aportarían para una gestión positiva del temor colectivo; una sociedad con un Estado eficiente en un clima de seguridad vive en paz para trabajar por su adelanto. (O)