Gobernar en el Ecuador es una tarea casi imposible. La oposición de la función legislativa ha sido reiterada a lo largo de los 42 años de la nueva democracia ecuatoriana, excepto por períodos cortos. Durante la mayor parte del gobierno de Rafael Correa no hubo oposición mayoritaria en la Asamblea y ello permitió que dicho gobierno promulgue una gran cantidad de leyes, muchas de las cuales han sido perjudiciales para la vida nacional: Ley de Comunicación, Ley Orgánica de Educación Superior, Código Orgánico Integral Penal, por nombrar unas pocas. El tener mayoría en la Asamblea durante la mayor parte del tiempo le permitió a Correa gobernar sin oposición y conseguir prácticamente todo lo que se propuso. Indudablemente, la habilidad política de Correa, capaz de organizar una Asamblea Constituyente para elaborar una Constitución a su medida le facilitó el camino, más aún cuando las circunstancias le permitieron contar con mayoría en la Asamblea Nacional. Otros gobiernos no han tenido mayoría en el parlamento y han tenido que lidiar con una oposición obstruccionista. El propio Jaime Roldós Aguilera tuvo que enfrentar la terrible oposición que nació de la iniciativa de quién fue su padrino político y luego su adversario más conspicuo, Asaad Bucaram.
El absurdo Código de la Democracia, otra malhadada ley del correato, permite la presencia de innumerables partidos y movimientos políticos, dando lugar a la facilitación del cacicazgo y al deterioro de la calidad de los partidos políticos. Así mismo, la absurda Ley, establece la elección de asambleístas en la primera vuelta de la elección presidencial, lo cual determina una atomización de la Asamblea. El resultado es que tantos bloques dificultan una actuación cohesiva que trabaje con el Ejecutivo y, al contrario, forman grupos de chantaje y bloqueo a las propuestas que provengan del gobierno central.
La Asamblea Nacional actual, mediocre como todas las que asumieron este nombre desde 2008, ya muestra su naturaleza descompuesta y será la que impida la gobernabilidad. El Presidente de la República estará sometido al chantaje de la oposición y muy poco logrará hacer. La propuesta Ley “Creando Oportunidades” ya ha sido rechazada y la incertidumbre rige. Solamente acciones radicales permitirán cambiar el panorama y estas son: la consulta popular, la muerte cruzada o la búsqueda política y legal de adoptar la Constitución de 1998. La última opción ya le ha sido insinuada al Presidente Lasso. Independientemente de que se tome uno de los tres caminos o que se persista en la inútil negociación con los bloques de la Asamblea y se tenga que enfrentar la desenfrenada oposición de Iza y sus huestes, no se debe dejar de insistir en cambiar ese nefasto Código de la Democracia, una de las raíces de los males de la política nacional.
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