El silencio por la pérdida de un ser querido casi que nos ha tocado a todos en esta pandemia, ya sea por los efectos del virus o por la complejidad de acceso a los recursos médicos que teníamos antes de marzo; lo cierto es, que estamos pasando una época de complejidades inéditas que en su mayoría nos entristece la vida. Muchas familias en todo el mundo estamos vivenciando por esta situación que no queremos que nadie la experimente.
Independientemente de la finitud de la vida o de lo eterno de la existencia el dolor hace parte de la perdida de un ser cercano, mas aun si este es amado. Frente al tema de la muerte y, posteriormente, al duelo o luto resultante de esta pérdida, surgen numerosas interrogantes. Y ahora ¿Qué hacer con el dolor? ¿Cómo enfrentar con la ira? ¿Cuál sería la gestión más adecuada para estas situaciones? Y otras más.
Para entender un poco más sobre esta finitud, es interesante indagar en las concepciones de la muerte, pasando por diferentes culturas y décadas. Durante algún tiempo, la muerte fue considerada natural para el ser humano, tranquilo y resignado. La experiencia de la muerte ocurría en el seno de la familia, los rituales luego se llevaron a cabo en una ceremonia pública, en la que todos participaron y se les permitió expresar sus sentimientos por la pérdida. En la Edad Media, las muertes se vivían con más tranquilidad, eran más familiares, por lo que eran consideradas como un hecho natural, los moribundos preveían sus partidas y además realizaban sus propios rituales. despedidas. Unos años más tarde, aunque la muerte se veía como algo cotidiano, también se percibía como un fracaso del fallecido en relación a la vida, destacando la impotencia ante ella.
Posteriormente, existió un período en el que se produjeron cambios de actitud ante la muerte, centrándose en el último día de cada uno. También la finitud estaba muy ligada a las religiones, sus causas se atribuían a la voluntad del ser superior divino. Ante esto, la entrada al paraíso se juzgó de acuerdo con las acciones realizadas, la fe y la devoción de la persona que fallecía y tanto los judíos y cristianos creen en la resurrección. En algunos estudios se destaca otro aspecto importante en la antigüedad: la percepción de la muerte como un cierto romanticismo. La tendencia filosófica del romanticismo, la poesía, la música, contribuyó a desvelar lo misterioso, lo irracional, lo imaginario. Liberó la fantasía, las emociones y posibilitó el encuentro con los recuerdos del pasado, reduciendo el silencio implícito propio de la tristeza de la muerte.
Los seres humanos, hoy más que nunca, desarrollamos nuestra vida y nuestro trabajo en colectividad, por lo que se coloca el inconformismo ante la muerte de uno mismo o de un ser amado ya que el desarrollo en colectivo se ve amenazado por la muerte.
Lo cierto es que toda explicación científica o religiosa ante la muerte es incompleta, mas aun cuando la proximidad con el ser que se pierde es cada vez más próxima. En verdad la eternidad del ser solo se concreta con la vida y con los recuerdos que se proyectan entre los que nos quedamos por un tiempo más de existencia en este mundo también finito.
Hace pocos días perdí físicamente al ser más amado de la existencia de una persona, como es la madre; el dolor del luto ha comenzado con explicaciones racionales y sentimientos espirituales que se confunden en la forma de entender este hecho inexorable. Tristeza que se ha vuelto general para muchas familias y personas que atravesamos el estado de pandemia que vivimos de forma trágica y dolorosa.