El 23 de abril, el Día del Libro, en Europa se vivió una fiesta, con entrega de premios, firmas y lecturas. En España, niños y adultos regalan un libro. En Ecuador, este día pasó con más pena que gloria. Ya nadie se acuerda del libro, ni siquiera para celebrarlo. Ni una rosa, ni un acto conmemorativo. Con celebración o no, el libro sigue vivo y por mucho tiempo, incluso a pesar de las voces apocalípticas que predicen su muerte.
Coincido con Antoine Gallimard, un editor emblemático del mundo: por el contrario a lo que muchos creen, el futuro del libro es brillante. El libro digital, lejos de suponer el fin del libro, es una oportunidad para su revalorización. Las nuevas tecnologías abren un nuevo espacio y otra forma de acercarse al libro: formas versátiles, amigables, sobre todo para los jóvenes. Quizá la clave esté en ellos: adolescentes y niños garantizarán la vida del libro. Y para ellos están los nuevos soportes digitales, que permiten acercarse a la lectura. Los e-books que se despliegan a través del iPad son, en muchos casos, unas verdaderas obras de arte, con fotografías, animaciones, voces y múltiples aplicaciones. En verdad seducen. Y debe ser por ello que el crecimiento anual es importante, si no miremos estas cifras: 79 billones de euros es el gasto mundial en libros; en España, el libro mueve 4 mil millones de euros al año, lo que representa el 0,7% del PIB. De ellos, el e-book factura ya 51,2 millones de euros, es decir el 1,6% del total. En EE.UU., en 2010, se gastaron 469,6 millones de dólares, con un crecimiento del 164% con respecto al año anterior, de ese monto el 8,3% corresponde a los e-books.
La oferta ahora sí es global. A las bibliotecas digitales se puede acceder a precios muy inferiores a las del libro tradicional. Solo en Google Books se podrá disponer de libros en 35 idiomas, provenientes de 10 mil editores, con autores de 110países. Entonces, el peligro no es lo digital. El peligro, para editores y libreros, es la gratuidad. Es decir, la gripe no está en el Internet, sino en la piratería.
La literatura, dice Gallimard, siempre ha sido algo precioso: extremadamente frágil y, a la vez, asombrosamente resistente. Ya sobrevivió al surgimiento de los nuevos medios. Pero en lo que sí debemos trabajar es en la familia, en la escuela y en políticas públicas de fomento a la lectura. Es el amor por el libro, en cualquiera de sus formas, lo que garantizará su futuro.